PLUMA INVITADA

La educación es para las élites

Leer el título del presente artículo suena demasiado desconcertante; sin embargo, para poder comprender mejor el contenido del mismo, tenemos que delimitar dos términos, el primero es educación. Como ya dijimos en un artículo precedente, la educación es un valor, no un problema más, de tal manera que en una interpretación en sentido lato comprende la instrucción, acompañada de la formación integral de la persona en todas sus dimensiones, haciendo hincapié en los valores tanto espirituales como morales. Por otro lado, el Diccionario de la Lengua Española define el término élite como “minoría que ejerce su poder o influencia incluso fuera de su entorno, debido a razones económicas, de fuerza, de linaje o de reconocimiento social”.

Sabiendo lo anterior, aunque parezca burdo, aclaro que al mencionar el término élite no me refiero a la élite económica, sino a la élite de pensamiento, a todos aquellos que al elaborar su proyecto de vida han entendido que la educación no solamente les pertenece, sino que cuando deciden asistir a un centro educativo, emprender una carrera o ir a la universidad, están conscientes de que asisten a estudiar, a triunfar, a emplear el tiempo justo que determinada carrera requiere, no a ser eternos estudiantes, nunca a vislumbrar el día del retiro como un derrotado, sino como un ganador, llevándose los laureles del triunfo, de tener la satisfacción del deber cumplido de manera personal y con la familia. Dado ese paso, pasamos a engrosar las filas de la élite de pensamiento, la cual debe ser la mayoría. En los niveles inferiores, la responsabilidad será de los padres de familia; en los niveles superiores es asunto de cada quien.

Veamos a la inversa la situación, quiénes conforman la élite de pensamiento además de los que ya citamos. La conforman todos aquellos profesionales que tienen la responsabilidad de formar y orientar a las personas que tienen bajo su tutela. Para pertenecer a la élite de pensamiento no basta ser profesional o desempeñar algún cargo, sino que se debe cumplir con la responsabilidad inherente a sus funciones, desempeñando con excelencia su trabajo, entendiéndose que este abarca desde el más humilde trabajador hasta la más alta autoridad. La responsabilidad no se deslinda de las obligaciones que como trabajador o patrono se tiene. Esta es la élite de pensamiento a la que me refiero. La forman, además de quienes triunfan, quienes directamente orientan y forman y todos aquellos que desempeñan un cargo de jerarquía superior y que cumplen su trabajo con excelencia, y tienen la conciencia de ayudar para que las élites de pensamiento cada día estén conformadas por más personas, especialmente, aquellas deseosas de superarse y salir adelante. En conclusión, las élites de pensamiento la forman todos aquellos deseosos de superarse y las autoridades que cumplen con conciencia y a cabalidad su trabajo.

Ojalá que algún día las élites de pensamiento estén conformadas por todos los guatemaltecos. Claro está que las élites de pensamiento se conforman independientemente de la clase económica a la que se pertenece.

fagongorap@gmail.com

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