CATALEJO

La tácita relación entre Trump y Ortega

|

A simple vista, parece una total equivocación o una muestra de mala fe afirmar la existencia de una tácita relación entre dos presidentes del continente americano, Donald Trump y Daniel Ortega. Pero al analizar un poco la realidad objetiva, puede verse esa realidad, no planificada. La aprobación de la llamada Nica Act parece ser un rotundo mentís a una afirmación semejante, y poca duda cabe de los negativos efectos de tal decisión para quienes de cualquier manera hacen negocios con autoridades gubernativas y con el sector privado nicaragüense y extranjero. Es necesario analizar si los verdaderos afectados son los nicaragüenses, sobre todo pobres y por ello más necesitados, pero ese es un tema distinto al de esta columna.

Los dos presidentes mencionados se parecen en su desprecio, enojo y rabia contra la prensa independiente, es decir aquella reacia a convertirse en un simple altavoz de la verdad oficial. La twitocracia actual de Washington ha sido fuente de ataques, señalamientos y descalificaciones a la prensa estadounidense, sin duda llena de motivos por los cuales se le puede criticar, pero cuyos aciertos son absolutamente innegables y beneficiosos para el peculiar sistema democrático estadounidense. Pero así como la psicología explica los lanzamientos de objetos contundentes contra quien está en desacuerdo con alguien, como una muestra inconsciente del deseo de eliminar físicamente a alguien, la psicología política debe explicar estos ataques como un homicidio también inconsciente.

Desde hace mucho tiempo escuché la frase “cuando a Estados Unidos le da catarro, a nuestros países les da pulmonía”. Esa pulmonía actual de Nicaragua es el resultado de ello, así como la ola de insultos e intentos porque en otros países –Guatemala, por ejemplo— esa enfermedad, casi un cáncer social, debe ser desprovista de toda ideología, especialmente en los grupos involucrados en la lucha contra la independencia de la información y de la crítica. El dictador Ortega ya envió a sus esbirros contra los medios independientes Confidencial, Esta Semana y Esta Noche, porque sabe de los potenciales efectos del trabajo de Carlos Fernando Chamorro, periodista especializado en luchar contra las dictaduras, primero la de los Somoza y luego las de los Ortega, cada vez más cerca de convertirse en gemelos.

El pensamiento totalitario no está relacionado solo con una determinada ideología, sino con la tolerancia. Por eso los extremos ideológicos se unen en este campo junto a quienes defienden sus propios intereses, sin importar cómo se hará para mantenerlos. Es una cuestión de sobrevivencia, tanto política como económica, intelectual y social. En el caso de la prensa independiente, resulta difícil para algunos entender la relación existente entre credibilidad e independencia. Y en realidad no es fácil, porque requiere de análisis serenos acerca de un tema difícil también: los límites de la libertad humana, necesitados no solo de un aparato legal, sino sobre todo de un convencimiento interno, en el cual está claro: no todas las decisiones personales son correctas.

El concepto de totalitariedad del ejercicio del poder implica apoyar la monarquía absoluta. Nadie lo admitiría conscientemente y en teoría. Pero cuando el conocimiento se basa en el estudio de casos reales, existe una dificultad especial, porque estos no vienen transparentes, sino envueltos en mantos integrados sobre todo de falacias, es decir razonamientos equivocados disfrazados de verdades. Toda acción política, sin importar quién la toma, tiene efectos políticos, económicos, sociales y culturales. El gobierno de Guatemala y quienes han apoyado a Ortega, con su silencio lo siguen apoyando, aunque no se den cuenta o acallen la voz de su conciencia, quien tarda pero no olvida y, junto con la historia, se convierte en un juez de veredicto inapelable e imborrable.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.