LA BUENA NOTICIA

Programa para ser feliz

Víctor M. Ruano

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La Iglesia vive un tiempo “kairotico” lleno de luz y esperanza con el pontificado de Francisco. Muchos nos identificamos con el rumbo que va trazando piano piano, y con paso firme.

Su propuesta de reforma de la Iglesia ha quedado plasmada en sus grades documentos de alta teología y sabias orientaciones pastorales para la sociedad contemporánea: Amoris Laetitia, para que las familias recuperen la alegría del amor y la Iglesia sea capaz de “acompañar, discernir e integrar la fragilidad”, que hoy enfrenta la familia; Laudato si, una apuesta audaz para que asumiendo los criterios de una “ecología integral” nos empeñemos en el cuidado de nuestra casa común; y Evangelii Gaudium, para volver a soñar con “la transformación misionera de la Iglesia” mediante el anuncio del Evangelio en el mundo actual.

Estos son los grandes mojones de la hoja de ruta puestos por el papa Francisco para transitar por los linderos en los que hoy camina la Iglesia, que algunos eclesiásticos del alto clero no quieren ver. Atascados en una teología de escritorio ya superada, obstaculizan la tarea evangelizadora. Deberían entregar sus arreos y regresar a sus casas. Si se es implacable con los pedófilos y quienes los encubren, lo cual me parece muy bien, lo mismo se debe hacer con quienes frenan la llegada del Reino.

El magisterio del pontífice traduce para la sociedad de hoy el programa de las bienaventuranzas, corazón del Evangelio para que nuestros pueblos tengan vida digna. La Buena Noticia de Jesús no son prácticas religiosas por cumplir como signo de sumisión a una divinidad, a fin de alcanzar el cielo librándonos del infierno. Más bien es una invitación a ser felices, sintiéndonos a gusto con nosotros mismos y con los demás, disfrutando lo maravilloso de la vida.

Si los cristianos andamos con cara de funeral y pensando solo en sacrificarnos para agradar a Dios con nuestras renuncias a todo lo que nos gusta, no hemos entendido la novedad del Evangelio. Sencillamente porque los sacrificios y renuncias solo tienen valor si están motivados por el amor a una causa o una meta que nos apasiona. El que descubre lo que significa reino de Dios, “con alegría” relativiza todo para conseguir lo que considera un tesoro.

¿Pero qué es “el reino de Dios”? Sencillamente un símbolo de la humanidad fraterna donde todos los seres humanos puedan vivir con la dignidad de personas. Aquí viene el programa de las Bienaventuranzas o estilo de vida que nos hace felices construyendo esa nueva humanidad sugerida en el símbolo reino de Dios. En vez de obsesionarnos por la codicia, vivir con espíritu de pobres, dando valor relativo a nuestras posesiones y compartirlas con los necesitados. No andar con fingimientos ni engaños, sino mirar y actuar con corazón limpio de intenciones torcidas. Dejar la obsesión por dominar o utilizar a otros; comprometernos a construir la paz.

Mantenernos tercos por la justicia sin ceder a halagos, incomprensiones y persecución para que abandonemos la causa. Por ahí va el camino de nuestra felicidad, y no por la fiebre posesiva que a todos nos enferma levantando muros que nos separan y provocando guerras que nos destruyen.

pvictorr@hotmail.com

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