PANÓPTICA
Romper paradigma
Trascendiendo las enajenadas frases de “yo ejerzo mi derecho”, “cambiar Guatemala”, “responsabilidad ciudadana” y “yo decido el futuro del país”, creo que en algo estamos de acuerdo: el imprescindible deber de construir una fuerza social crítica y dialéctica, un contrapoder ciudadano que mitigue los excesos de la clase política, empresarial y militar corrupta. Es decir, una sociedad civil que rompa paradigmas y se constituya en el sujeto/actor que cogobierna para favorecer el bienestar común.
El concepto de sociedad civil ha evolucionado desde la Edad Antigua hasta la contemporaneidad. Con el nacimiento de los Estados-nacionales, la sociedad civil le otorga representatividad y legitimidad al régimen republicanista, le da contenido a la democracia, y vela por la eticidad en el quehacer de lo público.
Para Hegel, la sociedad civil “es una esfera independiente del Estado, pero que incorpora dentro de sí el ámbito económico, de producción y mercado. Así la sociedad civil aparece como elemento mediador entre la familia y el Estado, como un ámbito intermedio intersubjetivo, donde la particularidad y la universalidad se unen en la forma de la mediación (Hegel, 1988: 260). Es una visión idealista y liberal.
Gramsci se opone al totalismo de que la infraestructura determina la naturaleza de la sociedad civil, y traslada la discusión al plano de lo político, lo ideológico y lo cultural. Gramsci ubica a la sociedad civil en la esfera de la conciencia nuevamente, evitando el economicismo del marxismo ortodoxo.
Empero, Gramsci reconoce que la dirección y control de la sociedad civil, según un proyecto de clase, es ejecutado mediante ciertos individuos especializados: los intelectuales orgánicos, quienes responden a “la necesidad de establecer las condiciones más favorables para la expansión de su clase, deben poseer una aptitud adecuada de organizador de la sociedad en general, desde sus múltiples instituciones de servicios hasta el organismo estatal” (Gramsci, 1967:22).
Aunque en Guatemala coexisten élites poco ilustradas en el ejercicio del poder, se está adoctrinando a nuevas camadas empresariales/militares para el asalto neoliberal/libertario de la gestión pública (la Escuela de Gobierno de Cayalá como enclave, con Chicola, Zapata, Veneno y otros alfiles), aquí también juegan un papel toral entidades como Cien, CEES, Asíes, Libertópolis, Fundesa, etcétera.
Finalmente, con la elección del nuevo gobierno debemos incrementar la resistencia ciudadana, donde los festines de la plazocracia son necesarios, pero han de evolucionar en dos vertientes: a) miramiento táctico: desarrollar alternativos procesos de formación político-ideológica a los nuevos semilleros de la sociedad civil (movimientos sociales y populares), desmontando imaginarios sociales de consenso pasivo, ahistórico, y sin proyecto político de mediano y largo alcance; b) apuesta estratégica: asumir el control político del Estado bajo un paradigma desarrollista, democrático-popular y contrahegemónico, cuyas bases se encuentran en los “de abajo”, pues son los sujetos materiales para la transformación radical del Estado.
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