Tema totalmente fuera de lugar

Desde el punto de vista teórico, la reelección presidencial es una posibilidad sobre la que se puede discutir, de la misma manera como se podría tocar el tema de dejar el sistema presidencialista y establecer uno parlamentarista, en el cual la elección del Primer Ministro se realiza entre el ganador de las elecciones o el que hace alianzas con otros para obtener la mayoría de curules que le permitan llegar a alcanzar esa primera magistratura. Esta se pierde cuando el partido oficial es derrotado en los comicios, pero se mantiene mientras sigue saliendo victorioso o se mantiene la alianza.

La ventaja del sistema presidencialista es que se sabe de antemano cuándo comenzará y cuándo terminará el período de gobierno. Por aparte, la diferencia positiva del parlamentarismo es que resulta más fácil castigar a los malos gobernantes y a su partido. En el sistema guatemalteco, esto debe esperar la nueva elección, que provoca el voto de castigo. Este ha sido el caso de Guatemala, donde todos los partidos oficiales, desde 1985, merecidamente han perdido la siguiente elección.

El sistema parlamentarista supone algo que en realidad no existe en Guatemala: la existencia de partidos políticos que llenen las condiciones teóricas señaladas por la ciencia política y que no sean simples agrupaciones electoreras, como es el caso actual. En todo caso, se prestaría a negociaciones de resultados muy dudosos, ante la posibilidad de que dentro de este tipo de partidos surjan los primeros ministros.

Hablar de este tema parlamentarista no tiene sentido en este momento, porque implicaría un cambio fundamental en la Constitución. Por eso mismo, mencionar una reelección se convierte en una fuente para distraer la atención de los ciudadanos. A este respecto también se debe meditar sobre si es válido hablar de que la actual Carta Magna ya está caduca, porque no ha sido desarrollada en su totalidad por varias causas que no constituyen el tema del artículo.

Existen soluciones alternas: períodos más largos —cinco o seis años— y posibilidad de revocatoria del mandato presidencial. En 1985, Guatemala estrenó el período presidencial de cinco años, pero como resultado de la decepción popular, el retorno a cuatro años fue aceptado sin chistar. La reelección ha sido tabú porque a nadie le cabe duda de que un gobernante-candidato utilizaría toda la fuerza del Estado como palanca, de manera todavía peor a como ahora se utiliza esta fuerza a favor de los aspirantes presidenciales postulados por el partido de gobierno.

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