EDITORIAL
Una farsa que debe terminar
El fin de semana, la comunidad de científicos de Guatemala hizo circular documentos en los que se plantean los procedimientos que en todo caso deberían seguirse, si de verdad se pretende resolver los niveles de contaminación, y lo primero en lo que se hace énfasis es en que debe frenarse de inmediato la aplicación de la supuesta agua mágica para sanear ese manto acuífero. En la presentación de los documentos también se hacen serios señalamientos sobre lo que podría ser el motivo de fondo de ese proyecto.
Algo que ayuda a comprender que las cosas no van por buen camino es cuando desde el aparato público se esconden datos a la población, y esa ha sido la tónica hasta ahora para promover ese gasto injustificado, pues nadie sabe a ciencia cierta en qué consiste dicha fórmula y mucho menos que pueda resolver un problema tan añejo sin que se ataquen las causas. Precisamente esa actitud reacia a informar es la que hace suponer que son otros los propósitos de quienes impulsan ese millonario negocio.
Ni desde el Ejecutivo ni desde el comerciante que busca vender su producto se ha recibido la suficiente información para que se pueda establecer la composición de la misteriosa fórmula, y un gobierno que acarrea tanto descrédito lo menos que puede pedir es confianza. Es tan absurdo el empecinamiento en seguir adelante con ese proyecto que no resulta difícil pensar mal de quienes son sus principales impulsores, empezando por la vicepresidenta Roxana Baldetti, que lo defiende con vehemencia.
De hecho, como bien lo ratifica la comunidad científica internacional y nacional, que ha estudiado la problemática de dicho lago, durante años se han dedicado a buscar una solución de fondo, y para ello será necesario un enorme esfuerzo de las autoridades locales y del gobierno central, porque a la vez son cientos de miles de personas y empresas las que han profundizado su deterioro, y por ello es un insulto a la inteligencia una solución como la que pretende aplicar el Gobierno.
El Lago de Amatitlán puede ser comparado con un desagüe, por la cantidad de desechos que recibe cada día, y la solución que se impulsa desde la Vicepresidencia, y que avala la Autoridad del Lago, equivale a aromatizar una cloaca, salvo, por supuesto, que la intención sea otra. Ante semejante empecinamiento, lo más prudente es que las autoridades implicadas cesen de inmediato en su absurdo propósito, y de no hacerlo corresponde a las instancias respectivas abrir una investigación exhaustiva para deducir las debidas responsabilidades.