EDITORIAL
Una revolución inconclusa
Muchas de las interioridades de lo que ocurrió antes, durante y después de la Revolución de Octubre de 1944 continúan siendo una materia poco conocida por los guatemaltecos, pese a que ocurrió en una década que produjo grandes transformaciones, al punto de que la trascendencia de varias de ellas no ha sido superada o ha sido minada en los 30 años de actual democracia.
Buena parte de ese desconocimiento ha sido producto de una larga batalla ideológica que ha dividido durante años al país, lo cual ha provocado que incluso la historia oficial haya deliberadamente ocultado algunos de esos pasajes, que por supuesto están cargados de aciertos y de errores.
El peso de los regímenes militares en las últimas décadas del siglo XX pudo haber contribuido a ese hermetismo, al extremo de que muchos textos registraban la historia de Guatemala hasta 1944, justo el momento en que el movimiento revolucionario marcó un antes y un después, sobre todo si se toma en cuenta que 33 de esos 44 años se vivieron bajo dictadura.
Hubo un largo silencio que en algunos casos se llenó con documentos rescatados de archivos internacionales o de intelectuales que escribieron desde el exilio, pero durante varias generaciones la historia patria derrochaba recursos en registrar las épocas precolombina, colonial y la gesta independentista, así como el período republicano; sin embargo, al llegar a la caída del gobierno de Jorge Ubico, en 1944, el relato parecía detenerse.
Fue de esa manera como, por décadas, no existió una discusión seria respecto de los logros auténticos de aquella etapa histórica, así como los errores y los múltiples desafíos que se afrontaron. Todavía pueden escucharse versiones de quienes aluden a la administración de Jorge Ubico como una de las mejores, en una especie de dogma que se continúa repitiendo, pese a que se trata de un contexto totalmente distinto y consecuencia de la evolución social.
De hecho, el origen de aquel movimiento que unió a trabajadores, estudiantes y militares tiene sus raíces en los excesos egocéntricos de un gobierno militar que se extendió por casi 14 años, que si bien legó mucha obra física, también dejó una cauda de trabajos forzados para indígenas, silencio total a cualquier tipo de crítica y el exilio de todos aquellos intelectuales que se rehusaron a adular la figura del gobernante.
Desafortunadamente, la lucha por crear una economía moderna, por liberar al país del monopolio ferrocarrilero y abrir el mercado guatemalteco a otros países atrajo la animadversión de empresarios y funcionarios estadounidenses, que en el contexto de una naciente Guerra Fría promovieron, por medio de la Agencia Central de Inteligencia, el plan PBS Success, el derrocamiento del presidente Jacobo Árbenz, en 1954.
Han transcurrido 72 años de aquella gesta que unió a los guatemaltecos en una causa y que fue referencia recurrente en los movimientos cívicos del 2015. Ambos son la prueba de que la ciudadanía puede consolidar su clamor para demandar cambios, un reto que continúa vigente, sobre todo a la luz de los resultados exhibidos por la actual clase política dirigente.