CATALEJO
Urbe dependiente de los puentes
A CAUSA DE LA TRAGEDIA del Cambray, ha surgido en diversos sectores sociales un explicable interés por los informes y estudios de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres. La lección principal es simple: nadie quiso tomar en serio ni mucho menos acatar las indicaciones de esa institución, merecedora de importancia verdadera y práctica, porque este país tiene una larguísima lista de posibles desgracias y calamidades, derivadas de factores geográficos y especialmente del descuido y la irresponsabilidad generalizada. La prevención, en Guatemala resulta ser un lamentable y clásico ejemplo de acciones importantes imposibilitadas de hacerse realidad a causa de haber otras urgentes, y por ello necesariamente cortoplacistas.
LOS INFORMES TÉCNICOS y científicos en demasiadas ocasiones no utilizan un lenguaje claro ni son específicos en señalar las posibles consecuencias. Es un tipo de deformación profesional, y por ello se usan conjugaciones verbales y frases como “podría ocurrir”, “es posible que”. Ello deja abierta la puerta a la incredulidad ciudadana, porque es mucho más fácil dudar de un informe, en vez de asustarse, tomar conciencia y decidir cuáles actitudes deben ser tomadas. Si a esta realidad se agregan factores como el descuido en analizar consecuencias colaterales de no tomar en cuenta la opinión de quienes opinan con base a experiencia y a conocimientos, la mesa está servida para tragedias, situaciones inesperadas y toda clase de efectos negativos.
ESTA SEMANA, EL COMITÉ mencionado informó una realidad no solo evidente, sino fácil de aceptar: el puente Belice debe ser reparado con urgencia, porque es un tramo de alrededor de 200 metros convertido en una yugular de la economía del país: la principal comunicación terrestre hacia el Atlántico, las Verapaces y los departamentos del oriente. Hay una noticia adicional, aunque no señalada esta vez, también preocupante: el puente del Incienso y, en menor escala, el situado al sur de la ciudad, en el río Villalobos en las cercanías de Villa Nueva. No es exagerado pensar en un próximo terremoto cuya magnitud afecte a los tres y con ello deje a la ciudad incomunicada, con todas las consecuencias derivadas de esa evidente posibilidad.
EL PUENTE BELICE DATA, SI MI memoria no falla, de 1956 o 1957. Sustituyó a un camino de herradura lleno de curvas similares a la de la actual comunicación entre la Calzada dela Paz y la carretera al Atlántico. En su momento causó sensación; ahora, nadie le hace caso, pero en esos 60 años el tránsito vehicular se ha multiplicado por diez o quince veces. El mantenimiento no ha sido eficiente y las administraciones ediles han sido notorias por su descuido. El problema se aumenta a causa de haber autorizado centros comerciales pegados a la carretera, lo cual dificulta al extremo la urgente ampliación de la carretera al Atlántico. Cuando paso por allí y el tráfico está detenido, tiemblo de pensar en el peso muerto sostenido por la estructura.
EL PUENTE DEL INCIENSO osciló en su parte media alrededor de metro y medio hacia arriba y hacia abajo cuando ocurrió el terremoto de 1976. Pero luego esa elasticidad de la obra se perdió cuando alguien tuvo la ocurrencia de colocar tubería para el paso de agua en la separación de los carriles. Por tanto, corre el riesgo de quedar inservible y con ello dejar inútil al periférico norte. ¿Apocalíptico? No. Sólo muy posible. La magnitud del riesgo obliga a actuar de inmediato y a realizar las acciones correctivas, como una obra gubernativa y no sólo municipal. Es momento de llamar a la comunidad científica nacional e internacional para encarar el riesgo. La capital guatemalteca depende de tres puentes, aunque muy pocos se den cuenta.