HAGAMOS LA DIFERENCIA
Vieja política
Una vez más, Guatemala está convulsionada por los últimos acontecimientos políticos. El presidente, con sus desaciertos e ingenuidades, ha puesto al borde de un nuevo cisma al país. Un sistema judicial que ha necesitado de un ente internacional para realizar su trabajo y un organismo legislativo que se revuelca entre los políticos de antaño, que contamina cada figura nueva que llega. Este complicado panorama divide al país, pues algunos están en contra de que el presidente salga del poder, quizá por el deseo de evitar más desestabilización de la que existe, y otros, a favor, enarbolando la bandera anticorrupción, pero que está liderada por intereses oscuros. La “vieja política” sigue ahí, aferrada al poder, no quiere ceder espacio para que el país logre salir adelante; el gobierno de Jimmy Morales fue copado por ella. Cada funcionario que llega a un puesto por elección quiere enquistarse haciendo todo tipo de artimañas para perpetuarse. Las últimas decisiones del Congreso han sido realmente beligerantes. Un grupúsculo decide y un gran grupo de seguidores, que aducen ignorancia, se pliegan en cada votación que se efectúa. Los alcaldes siguen un esquema parecido, al tener en muchos de los casos un concejo que se pliega a sus intereses.
Ante tal panorama, ¿Qué hacer? Lo aconsejable es deshacer todo y hacerlo de nuevo, debería buscarse legalmente una salida que permita aglutinar a “personas notables” que propongan una reingeniería de Estado, gente pensante que dignifique los puestos públicos. La solución no es que los diputados renuncien, sino proponer una nueva forma de legislar y requisitos para ser diputado. La solución tampoco es que los ministros renuncien, sino fusionar ministerios y conformar macroministerios que funcionen eficientemente, con una adecuada optimización de recursos. Como antes he señalado, hay ministerios que pueden desaparecer y no pasa nada, pues sus actividades son irrelevantes, o son duplicadas. El Ejército y la Policía Nacional deben ser depurados y debe ponerse al servicio de la seguridad del país con normas éticas estrictas que no les permitan ponerse al servicio del narcotráfico ni del crimen organizado. Como alguien mencionó: la pregunta es “¿Si el presidente sale? ¿Si sale el vicepresidente? ¿Si salen los diputados? ¿En manos de quién queda Guatemala? Es importante visualizar la política como procesos, acabar con la figura presidencial, destruir el Congreso, posiblemente sea el deseo visceral de muchos guatemaltecos, pero no es muy inteligente, pues el país no tiene las herramientas para el día después de esto. Se necesita que los buenos participen, que se creen partidos políticos serios, con visión de largo plazo, pero no es con figuras mesiánicas que esperan perfección absoluta en los funcionarios que debemos esperar cambiar el futuro de Guatemala”. El presupuesto debe apoyar la educación, la salud, la investigación, el combate de la pobreza, la seguridad y la infraestructura productiva necesaria para el país, como un ejercicio de inversión más que de funcionamiento. Los trabajadores del Estado deben trabajar bajo objetivos bien establecidos, con metas medibles que estimulen la meritocracia.
Es mucho soñar, pero la realidad es que no se ve ninguna salida bajo los esquemas actuales, no podemos obtener resultados diferentes si continuamos haciendo lo mismo. Si en verdad amamos a Guatemala, debemos proponer alternativas novedosas que eliminen el anquilosamiento actual del Estado. Otros países lo han hecho; nosotros también.