IDEAS

¡Viva la corrupción!

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Es bueno que cada vez más personas sean conscientes de los graves problemas de corrupción existentes en Guatemala, pero es más importante aún entender cuál es el origen de esa corrupción para que podamos todos encaminar nuestros esfuerzos a reducirla y no simplemente a cambiar a los corruptos de turno para que lleguen nuevos corruptos a seguir mamando de la teta de los tributarios.

Desafortunadamente, es fácil señalar a los corruptos pero parece que es difícil entender de dónde surge la corrupción y qué se debe hacer para reducirla. Esa poca comprensión hace que por un lado se critique a los corruptos, pero por el otro se sigan creando fuentes de corrupción y muchas personas hasta celebren su creación. En pocas palabras, pareciera que el lema es “¡Muerte a los corruptos, pero que viva la corrupción!”

Si queremos reducir la corrupción es importante entender cuál es su raíz. Y no hay que ir muy lejos: el origen de la corrupción es la discrecionalidad de los funcionarios para utilizar los recursos de los tributarios a su sabor y antojo. No hay que darle más vueltas al asunto, el objetivo de los corruptos es quedarse con una parte del dinero que los demás pagamos en impuestos. Y eso no es nuevo, así ha sido a lo largo de toda la historia. Bien lo resumía Frederic Bastiat hace más de 150 años: “El Estado es esa ficción por medio de la cual todos quieren vivir a expensas de todos los demás”. Debemos entender que mientras más funciones se le asignen al Gobierno, más oportunidades de corrupción habrá. Un corolario muy importante es que los funcionarios también utilizarán el poder discrecional que tienen para extorsionar a los ciudadanos.

La falta de entendimiento de esto se manifiesta en cosas tan sencillas como esa dualidad que existe en muchas personas de criticar a los corruptos, pero al mismo tiempo creer que “el Gobierno” le podrá resolver todos sus problemas. ¡Como si no fueran los mismos corruptos que desprecian quienes “administran” el Gobierno!

Uno de los casos en donde mejor se ve esta dualidad es en el supuesto “combate a la pobreza”. Está comprobado hasta la saciedad que la mayoría de esos programas se utilizan para la corrupción y para fines electoreros, pero mucha gente sigue apoyándolos, creyendo que con eso se resolverá la pobreza. Es tan patético este tema que hasta el mismo ministro de Desarrollo Social, Ennio Galicia, reconoció la semana pasada que “los programas implementados en el país para reducir la pobreza no han reflejado ningún impacto positivo” (elPeriódico, 8/09/17, p. 8). Uno esperaría que ante un reconocimiento tan categórico del fracaso de los programas clientelares, el ministro dijera que están en el proceso de cerrar el Ministerio, pero no. El colmo de la desfachatez es que dice que entonces lo que van a hacer es que el año entrante van a dar más dinero. ¿Cómo es posible tanto descaro?

El Congreso no se queda atrás. Esta semana aprobaron una ley de alimentación escolar bajo la premisa de que servirá para reducir la desnutrición infantil y muchos que supuestamente están en contra de la corrupción aplaudieron tal medida. Aunque el supuesto objetivo sea loable, la realidad es que mucho de ese incremento se perderá en la corrupción y la nueva burocracia que creará, amén de las muchas extorsiones que los “inspectores de loncheras” de seguro realizarán a establecimientos y padres de familia. ¿Así quieren acabar con la corrupción?

El que algunos busquen herramientas para reducir la corrupción en la transparencia y los controles es un reconocimiento tácito del origen de la corrupción, pero no quieren que se erradique de raíz. Y usted, ¿está dispuesto a combatir la corrupción desde su origen?

Fb/jjliber

ESCRITO POR:

Jorge Jacobs

Empresario. Conductor de programas de opinión en Libertópolis. Analista del servicio Analyze. Fue director ejecutivo del Centro de Estudios Económico-Sociales (CEES).