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Así llegó el psicoanálisis a Guatemala y con este, la escucha de la existencia ajena

Desde hace 25 años, la profesional argentina Susana Dicker se ha convertido en un referente de esta herramienta de análisis. Su trayectoria en el país la hizo confirmar que nadie es profeta en su propia tierra.

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Consultorio de la  psicoanalista Susana Dicker. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

Consultorio de la psicoanalista Susana Dicker. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

Susana Dicker nació y estudió en Argentina. La vida la trajo a Guatemala en agosto de 1995, ya que a su esposo le esperaba una oportunidad laboral.

No había pasado mucho tiempo y el ímpetu de Susana reclamaba un espacio. En Guatemala buscó la manera de explotar esa herramienta de escucha y análisis que creó Sigmund Freud en el siglo XX y que se diversificó desde los estudios de Jacques Lacan, que nutrieron la especialización psicoanalítica de Susana.

Susana se ha desempeñado en instituciones argentinas de psicología y psicoanálisis, y en Guatemala ha sido  piedra angular en la materia. Después de su llegada al país, la necesidad de escuchar —y ayudar— a otros la empujó a abrir espacios y a promover el interés por esta ciencia, tan longeva como incomprendida.

¿Qué abarca el psicoanálisis, más allá de la psicología?

El psicoanálisis busca fundamentalmente la causa, que ubicamos a nivel inconsciente. Esa causa inconsciente implica un encuentro con una situación traumática, que no necesariamente se relaciona con un trauma cotidiano. Puede tratarse de alguien que se ha desarrollado en espacios seguros y tranquilos, pero que, a pesar de ello, algunos elementos de su infancia dejaron fijaciones tempranas.

El análisis parte de cuadros clínicos en los que puede haber influencias psicosociales a las que una persona puede quedar adherida inconscientemente, y por ello mismo dejan marcas a nivel de lo subjetivo. A la vez, las personas cuentan con mecanismos, inconscientes, por los que pueden ignorar o negar parte de estas influencias.

Alguien puede llegar muy angustiado con el psicoanalista, con síntomas que le obstaculizan la vida. Por ejemplo: no durar en un trabajo, no rendir en una clase universitaria, no poder concretar una relación. Se llega al psicoanálisis con problemas de la propia existencia.

¿Cómo se desarrolla la terapia y cuándo se sabe que concluyó?

A lo largo del análisis, el psicoanalista presta atención a lo que el paciente dice, para encontrar una causa inconsciente que ha determinado, en cierto modo, los síntomas de los que se queja. Al mismo tiempo, la escucha del paciente recoge lo que él mismo transmite, pero no al nivel de una conversación cotidiana como la que tendría con un amigo o alguien cercano.

La persona, sin que sea consciente, se va quedando con elementos de la infancia que la marcan y que le dan un estilo de por vida. Durante la terapia, el analista va escuchando repeticiones en los dichos del sujeto.

El analista no dice cuándo alguien  está curado. El psicoanálisis, siguiendo la línea freudiana y lacaniana, acompañará al sujeto hasta que se dé cuenta de que es suficiente, pero no porque se cansó o algo se solucionó, sino porque encontró el agujero causal al que está adherido.

¿Qué elementos reúne una terapia psicoanalítica?

Fundamentalmente la palabra del paciente y la escucha del analista. Hay ocasiones en  que hablamos y se desconoce lo que se está diciendo. Es en ese deslizamiento del habla que el especialista debe escuchar.

El analista debe lograr que las personas se escuchen de una manera en la que puedan tocar un punto más auténtico o que alcancen un bien decir consigo mismo: que no haya trampas, que no se engañe, que pueda decir “esta es la razón”.

¿Qué importancia tienen los sueños en la terapia?

Freud dijo que los sueños eran la vía regia para el acceso al inconsciente. Cuando dormimos  el cuerpo ya no tiene la facultad motora para actuar.

Cuando pasa esto el inconsciente está moviéndose y regresa a mecanismos perceptivos. Los sueños son como una gran película y uno generalmente se reconoce en ellos. Pareciera que cuando el sujeto baja las resistencias, el aparato inconsciente hiciera de las suyas a partir de las percepciones.

El psicoanálisis utiliza los sueños, pero la advertencia es que, como analistas, no podemos interpretarlos. Nosotros acompañamos al paciente en la interpretación de ese sueño.

Los sueños responden a un elemento, pero no lo son todo en el psicoanálisis. El sujeto debe construir su subjetividad a partir de las interpretaciones que haga: de sus sueños, de sus conductas, de su forma de amar.

¿Por qué  el psicoanálisis es opción?

El psicoanálisis, si realmente está desarrollado con responsabilidad, tiene que llevar a un cambio sustantivo, que no viene de las recomendaciones de la cultura general, sino de los propios hallazgos que se lograron.

La psicología trabaja con la conciencia, y lo que busca se rige para ayudar al paciente a adaptarse. El psicoanálisis busca que el sujeto pueda vivir mejor, amar mejor, darse el gusto de poder amar, que pueda trabajar con menos sufrimiento, desde los propios hallazgos que encuentre y pueda negociar entre los mandatos culturales.

¿Es para todos?

Es una terapia que no tiene trabas desde la teoría y la práctica, pero no todas las personas van a elegirla porque puede ser larga. Hay quienes vienen y tienen efectos terapéuticos muy pronto. Hay quienes trabajan con lo más profundo.

No es  fácil, trae sufrimiento, es arduo, pero satisface cuando la persona encuentra más libertades.

Se ha dicho que tiende a ser una práctica de élites. ¿Por qué?

Por la idea de que es algo caro y extenso. Es verdad que las citas tienen cierto precio, pero todas las personas pueden ser escuchadas al inicio para  conocer su contexto.

Hay quienes podrán pagar miles por una sesión, pero el estilo y sus intereses no le van a permitir hacer una terapia. Por otro lado, hay personas con pocos recursos  que pueden hacer un buen psicoanálisis.

¿A qué  responde el  prejuicio alrededor del psicoanálisis?

La práctica coexiste con algunos mitos que se complican a nivel social. Uno de esos nace por la alianza con la sexualidad. Esta tiene un lugar central en la teoría psicoanalítica, pero no es una relacionada a los actos o las relaciones.

Freud insistía que la base de neurosis está en la sexualidad infantil, poniendo de ejemplo a los bebés, quienes se satisfacen con el chupeteo a la hora de ser alimentados. La boca es una zona erógena, hay caricias por parte de la madre, pero no por eso el pequeño es un perverso.

Cuando la gente critica el psicoanálisis ve el tema de la sexualidad infantil desde una óptica adulta.

¿Por qué decidió convertirse en psicoanalista y cuál ha sido su desempeño en Guatemala?

Estudié Psicología en Argentina —en la Universidad Nacional de Tucumán—, porque quería ayudar a que la gente se sienta mejor. El psicoanálisis me capturó porque sentí que me daba herramientas más profundas de trabajo y me dediqué a eso.

Cuando llegué a Guatemala  pensé que no iba a encontrar psicoanálisis en el país, pero tuve la suerte de empezar a dar cátedras en las universidades Francisco Marroquín y Rafael Landívar, y en la San Carlos di  conferencias para posgrados.

Me inserté por el lado universitario para conocer qué había en el país. En ese entonces estaba estudiando en algunas partes, había quienes estudiaron la obra de Freud y psiquiatras que venían de Estados Unidos con formación posfreudiana, pero eran psiquiatras. No se profundizaba tanto.

Durante los primeros años en el país me encontré con una psicoanalista española que venía de Europa con la misma formación que yo tenía. Al año de conocerla se marchó y lo que estaba haciendo hasta ese momento me lo pasó a mí.

Empecé a organizar grupos de estudio y traíamos psicoanalistas de Francia, Italia, Argentina, con la ayuda de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. El primer despegue fue con psicoanalistas de afuera que apoyaron con la constitución de estos grupos.

Con el desarrollo de los encuentros, la Asociación Mundial fue tomándonos como grupo asociado y en el 2000 nos aceptaron como una de las sedes mundiales. Desde  entonces nos referimos a una de las nueve escuelas que hay a nivel mundial.  Son ya 25 años que, sin esperarlo, casi que fundé el psicoanálisis en Guatemala.

¿Cómo ha influenciado el  covid-19 en la práctica psicoanalítica?

Esto no ha pasado inadvertido para nadie. Desde las terapias hemos trabajado con sesiones virtuales, cosa que hace años y siglos no se hubiera pensado, porque en el psicoanálisis siempre se va a trabajar “cuerpo a cuerpo”. Esto da un clima distinto entre quien analiza y quien se quiere analizar. Todos  trabajando a manera virtual. El covid-19 lo normalizó.

¿Qué pronóstico hay sobre  esta práctica en el país?

Se ha mantenido constante. Aunque no hay un gremio, hemos tenido más presencia en la universidad. En ocasiones no ha habido tanta porque depende de la ideología de los departamentos de Psicología. Es una práctica a la que se sigue acercando gente joven. No creo que vaya a ser multitudinaria alguna vez, pero se va a sostener.

¿Cuál es la ruta  para convertirse en psicoanalista en el país?

Desde nuestra rama, pueden acercarse a la Nueva Escuela Lacaniana, tener una entrevista y conocer los distintos cursos de formación y docencia.

 

Psicoanalista Susana Dicker. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

 

Trayectoria

  • Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y de la Nueva Escuela Lacaniana de Guatemala
  • Directora del Centro de Investigación y Docencia de la Nueva Escuela Lacaniana
  • Docente en el Centro de Investigación y Docencia
  • Miembro del Consejo Federativo de la Nueva Escuela Lacaniana Región
  • Miembro del Observatorio de Violencia y las Mujeres en Latinoamérica, que forma parte de la Federación Americana de Psicoanálisis
  • En Argentina ha sido docente del Instituto Psicoanalítico Sigmund Freud y catedrática de la Universidad Nacional de Tucumán