Remembranzas

Remembranza: Jorge Félix

Jorge Félix vino al mundo en septiembre de 1968. Falleció a los 42 años de edad, el 8 de marzo del 2011.

Gozó de un talento extraordinario como pintor, gracias a lo cual ganó varios de los más prestigiosos premios de la plástica nacional. Pero antes de alcanzar tales glorias, podemos imaginarlo tiempo atrás, en la década de 1970, cuando era un niño que corría por los negocios y corredores del Pasaje Rubio, en el Centro Histórico de la Ciudad de Guatemala. En efecto, era como un pequeño ratón que se abría paso colándose por todas partes. De hecho, es el personaje apodado Ratón, de la novela 49 centavos de felicidad, escrita por su madre, la escritora María del Carmen Escobar. Ella se inspiró en la infancia de Jorge Félix para escribir una obra con la que ganó el Premio Guatemalteco de Novela, en 1983.

Ayer miércoles, con el corazón partido, María del Carmen nos contaba cuán querido era su ratón en aquel sitio. “Todos lo querían mucho. No paraba de jugar y de correr todo el día. Ahí creció, allí tuvo su infancia, porque yo tenía mi negocio en el Pasaje Rubio”.

Era niño y, como tal, llegaba al mostrador de su madre a contarle historias, anécdotas divertidas y chismes del Pasaje. “Sin Jorge no hubiera podido escribir ese libro”, dijo, no como escritora, por supuesto, sino como madre amorosa, herida, hoy inconsolable porque a sus 76 años de edad perdió a su unigénito.

A finales de la década de 1990, Jorge Félix se casó con Liv, una noruega con quien tuvo dos hijos; Jacob tiene 7 años, y Rodrigo Eduardo cumple hoy, precisamente, 11. Ambos viven en Alemania, con su madre. La tercera hija de Jorge Félix lleva por nombre Carmen María Nicté, de 9 meses, vive en Guatemala con su madre, Lorena.

Quienes conocieron al pintor recordarán su vozarrón —como de tenor— que hacía juego con sus 200 libras de peso y 1.70 de estatura. Caminaba seguro de sí mismo; era como un imán que atraía las miradas, a las mujeres y a los amigos. Quien esto escribe lo conoció hace unos 15 años, en alguno de los cafés del Centro Histórico. Jorge era una especie de aristocrático macho Alfa, simpático y juguetón, que se hacía rodear de sus camaradas músicos y otros diletantes. A veces, era como un niño que decidía el rumbo, otras, un prudente hombre maduro que guardaba silencio. Conservo de él sus palabras tiernas dichas sobre la mejilla de mi entonces pequeño hijo, Rodrigo. Menciono el dato solamente para develizar la ternura que abrigaba aquel imponente pintor lleno de gloria y de carácter jocoso, que carcajeaba con fuerza y libertad.

Sus bien ganados premios en las bienales de Arte Paiz, en 1980 y 1984, lo descubrieron como una gran promesa de la plástica nacional. A partir de entonces fue el favorito de las galerías que lo invitaban a exponer constantemente y muchos compradores pudieron presumir de tener colgado un Jorge Félix en la sala de su casa. Esa fama se reafirmó—y lo coronó como artista sólido— cuando ganó los Glifos de plata y oro en la Bienal de 1992.

En sus treintas vivió en Noruega, a principios de sus cuarentas, en Nicaragua. Vivía en Guatemala cuando un accidente automovilístico terminó con su vida, la semana pasada.

Falleció este hombre profundo, honesto, sencillo y alegre. Su voz y su obra plástica tienen algo en común: ambas son demoledoras, como un huracán que pasa por el suelo y marca una época.

Descanse en paz Jorge Félix. Y descanse bajo consuelo su maravillosa madre, la escritora María del Carmen Escobar.

Hoy habrá misa

Por cumplirse los nueve días de su fallecimiento, hoy será ofrecida una misa por el alma de Jorge Félix Pérez Escobar, en la iglesia de Santa Catalina, 5a. calle y 4a. avenida zona 1 (a una cuadra del Conservatorio Nacional de Música), a las 17 horas.