Revista D

Es una tarea difícil proteger más de siete mil sitios arqueológicos

<p> El director del Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Daniel Aquino, considera que existe escasa cultura de visitar estas colecciones.</p>

Aquino es el director de esta galería desde el 2012; sin embargo, desde el 2002, cuando aún era estudiante en la Universidad de San Carlos, ya trabajaba para instituciones vinculadas con esta ciencia apostadas en Tikal, Yaxha-Nakum-Naranjo  y  Aguateca, en Petén.
Este recorrido profesional lo convierte en un experto de la arqueología nacional. Con esa autoridad, en esta entrevista explica, entre otras cosas, el aporte cultural de los museos de este tipo y lo imposible que resulta proteger más de siete mil sitios arqueológicos que se encuentran diseminados en el país.

¿Qué ofrece el Museo de Arqueología a los visitantes?

Es la institución responsable de recibir conservar y difundir las piezas arqueológicas que provienen de investigaciones científicas.  Aquí se expone una gran diversidad de objetos elaborados en cerámica, piedra, jade, obsidiana, pedernal, oro y   cobre. También hay una colección de textiles confeccionados y utilizados por las comunidades mayas.

¿A qué sitios pertenecen las mayores colecciones que se exhiben?

Los más representados son Kaminaljuyu y Tikal, porque en estos sitios se han concretado muchos proyectos de investigación.  La primera es una gran ciudad que ocupó el valle de Guatemala desde el período Preclásico Medio hasta el Clásico Tardío, lo que equivale a, por lo menos, 18 siglos. Además, desde hace cien años se efectúan investigaciones en esa área que hoy ocupan las zonas 7 y 11 capitalinas, y la 4 de Mixco. Cuando se construyen viviendas, calles y centros comerciales, previamente se desarrolla un mapeo arqueológico para rescatar la información que allí se encontrara.
También se exhiben muchas piezas de Tikal, debido a que durante más de un siglo ha sido explorado.

¿Cuál es el área del museo que más llama la atención de los visitantes?

Todos los turistas cumplen el recorrido del edificio, porque está diseñado para que comiencen en la primera sala, recorran la exposición y la salida está al final.
Sin embargo, luego de observar y escuchar comentarios de los que asisten, puedo decir que una de las más visitadas es la sala de Obras Maestras, que consiste en una bóveda donde se exhiben las piezas más emblemáticas, como la máscara funeraria de Tikal, la vasija chocolatera de río Azul, el vaso del danzarín del Altar de Sacrificios y la tumba real de Jasaw Chan K’awiil, quien fue uno de los grandes gobernantes de Tikal.
Otra muy concurrida es la  sala del período Preclásico, que  contiene objetos que se han recuperado de más de 25 sitios,  elaborados con distintas materias primas, como piedra de basalto, jade, obsidiana, pedernal, vasijas de cerámica, y otras piezas de carácter ceremonial.
El tercer espacio, el  más disfrutado, y que consideramos icono del museo, es el área de Monumentos, el cual ocupa el gran patio central donde hay estelas, esculturas y altares, alrededor de una fuente.

¿Cuál es la pieza más antigua del museo?

Dos puntas de flechas de pedernal datadas del período Paleoindio. Se cree que podrían tener unos tres mil o cuatro mil años de antigüedad. Una fue recuperada en el sitio paleontológico de Chivacabé, Huehuetenango, y la otra cerca de la ciudad de Gumarcaj, en Santa Cruz del Quiché. Fueron talladas por cazadores.

Y las piezas más valiosas.

Tenemos 17, que por sus valores artísticos, culturales e históricos, fueron incluidas en el 2005 en una lista de piezas que no pueden salir del edificio. La vamos a actualizar pronto, porque hay otras recientes, como dos monumentos de Piedras Negras, una estela de Machaquilá, un collar de cabezas de jaguar encontrado en Iximché y la ofrenda de figurillas del Perú Waká, que merecen estar en la nómina.
Otro punto relevante del museo es la colección de más de cinco mil piezas de textiles que representan los diversos grupos de la cultura maya. Se trata de güipiles, sutes, cortes, fajas y otros elementos que tienen reconocimiento a nivel internacional. Es valiosa porque algunas prendas ya no se confeccionan, con lo cual se puede conservar esa riqueza cultural.

Guatemala está saturada de sitios arqueológicos. ¿Cuál es la  situación de estos?

Se calcula que hay más de siete mil sitios distribuidos en distintas categorías, desde grandes ciudades como Tikal, Kaminaljuyu y El Naranjo, hasta  asentamientos rurales que fueron ocupados por familias de agricultores, que están representados por una vivienda, una cocina y un área para talleres. 
En el aspecto jurídico, el cien  por ciento de los bienes arqueológicos están protegidos por la Ley para la protección del patrimonio, porque reconoce los sitios que se conocen y aquellos que aún no se conocen. Esta Ley también incluye un artículo que establece que las municipalidades son las responsables de velar por la protección del patrimonio de su  jurisdicción.
La Constitución Política de la República establece la obligación del Ministerio de Cultura y Deportes de proteger el patrimonio arqueológico. No obstante, en  la práctica vemos que este reto es una tarea inmensa y muy difícil. 
La Dirección del Patrimonio Cultural y Natural y el Instituto de Arqueología e Historia ejecutan labores directas de protección y conservación de unos cien sitios, los más importantes. 
Otra estrategia la llevan a cabo instituciones de la sociedad civil, como oenegés, fundaciones, asociaciones y comunidades, que están comprometidas en conservar algunos sitios.

¿Por qué los museos son poco visitados?

Hay varios factores. Uno es el constante bombardeo de publicidad que llevan a cabo los centros comerciales, los cines y  las tiendas, en las cuales invierten sumas millonarias, lo  que no sucede con los museos.
También existe una idea arraigada, no solo en Guatemala, de que estas galerías son lugares aburridos, en los que no se puede hablar, disfrutar y pasar un momento agradable.
Los niños y los jóvenes asisten obligados por los maestros y padres de familia, entonces no aparecen en el mapa mental de sitios para disfrutar.

¿Y qué hacen las autoridades de las galerías para reducir este impacto?

Varios representantes de museos estamos trabajando para cambiar esas percepciones. Aquí hemos implementado actividades educativas, manualidades y charlas para presentarnos ante la sociedad como un lugar para la recreación y la cultura.   Nosotros llevamos a cabo actividades como “Arqueólogo por un día”, y talleres donde se elaboran tocados, réplicas de vasijas mayas, y otros objetos que los niños llevan a sus casas.

 ¿Cuántas personas  los visitan cada año?

Tenemos un estudio que se efectuó en el 2001, en el cual consta que las 10 instituciones culturales del Ministerio de Cultura fueron visitadas por aproximadamente 80 mil personas, mientras que el año pasado solo nosotros recibimos un poco más de 70 mil, y al sumar las demás instituciones, llegamos a casi 300 mil.   
También hemos  aumentando la cantidad de audiovisuales  para así  generar mecanismos de interacción a través de las redes sociales y contenidos electrónicos, para que las personas  puedan descargarlas  en  sus teléfonos inteligentes  y acceder a  información de cien  años de investigación.

¿Qué beneficios recibe una persona que visita museos?

Hemos efectuado algunas encuestas y los resultados han reflejado lo mismo que en México y España. La persona que disfruta los museos adquiere el  conocimiento de la identidad cultural, orgullo nacional y sentirse parte de la gran historia de un país pequeño.

Arqueológicamente, somos uno de los cinco territorios más importantes del planeta, somos la cuna de una de las grandes civilizaciones de la antigüedad. Vincularse emocional e intelectualmente con esta historia es un gran beneficio.

Otro aporte es la posibilidad de disfrutar del arte como un medio de expresión, como una evidencia del desarrollo del conocimiento y de la habilidad manual que está en cada objeto, desde las vasijas que fueron elaboradas para preparar o servir los alimentos en un palacio real o una vivienda, hasta las grandes ofrendas que se encontraron en las tumbas funerarias. 

También es una actividad recreativa muy saludable porque los objetos, los textos y las imágenes, nos obligan a imaginar, con lo cual hacemos uso de nuestra capacidad intelectual.

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