Esta hazaña no se ha atribuido únicamente a los creadores de las artes, ya que alrededor de sus obras también han estado varios promotores y/o gestores que, desde distintas formas de poder —institucional o social—, han logrado estimular y crear espacios donde las manifestaciones del artista encuentran un lugar con el público o la sociedad.
Geraldina Baca-Spross es una pianista guatemalteca con cerca de 40 años de experiencia impulsando encuentros alrededor de la música clásica y las bellas artes. Aunque no se identifica literalmente como una “promotora” o una “gestora cultural”, su accionar durante más de cuatro décadas pone en evidencia un interés por la construcción de espacios comunes entre una población intergeneracional y los creadores tanto de música como de danza y artes plásticas.
Más allá de ese interés, la pianista también ha encontrado una fijación en la ciencia. En su historial se puede ubicar una serie de gestiones alrededor de varios seminarios sobre aspectos de la tecnología y la ciencia espacial, con la colaboración de la Nasa, la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, la Agencia Espacial Europea y la Sociedad Europea de Propulsión.
Para Geraldina, ese tejido de exploraciones —tanto en la música y la ciencia— la ha llevado a fijarse más preguntas sobre lo que implica el futuro.
¿A qué responde la necesidad de seguir posicionando y creando espacios de música clásica, a más de 40 años de su primera incursión en esta área?
La música es un surtidor, y quienes la escuchamos también somos uno. Siempre habrá una comunión perfecta, de gran balance entre la música y las personas. En este mundo de las artes, en especial en Guatemala, hay una palabra importante: luchar.
Si no luchamos por conservar el arte, no podremos hacer más público. Creo que en este ámbito siempre es importante saber qué se está buscando con los proyectos y a quiénes se quiere llegar con la propuesta.
A propósito de eso, en estos años, ¿a quién ha querido llegar a través de su gestión y promoción cultural?
Realmente nunca he pensado mucho en eso. Cuando me preguntan cómo llego a la gente joven, respondo que lo he tratado de hacer al revés: impulsando que los jóvenes lleguen a la música. Y no es difícil. Lo que pasa es que hay que conocer bien los programas que se presentarán.
Las personas que impulsamos este tipo de espacios hemos construido un fuerte alrededor de nuestras actividades, entrando a las ramas de las artes plásticas como de las artes escénicas. En los conciertos, como los del Festival Bravissimo, hemos logrado integrar a pintores. Ha resultado de maravilla ver cómo el público interactúa con la gente de las artes plásticas y escénicas.
En espacios como el Festival Bravissimo se incluyen interpretaciones de músicos consolidados junto a otros más jóvenes. Por otro lado, las melodías que se presentan pueden ir desde el posrromanticismo hasta temas de corte más “moderno”. ¿A qué se debe el interés por conjugar propuestas intergeneracionales en sus conciertos?
Llega un momento en el que la música deja de ser una cuestión temporal y se vuelve permanente. Hay mucha gente que principia oyendo ciertas obras clásicas, pero no hemos forzado jamás a nadie.
Es interesantísimo, porque ahora ya podemos platicar entre generaciones. Ya no hay ningún tipo de distancia entre el artista, digamos, de las artes clásicas.
¿Cuáles diría que son las complejidades de posicionar las artes clásicas y académicas en Guatemala?
Muchas veces he visto que tiene que ver con los papás, ya que en ocasiones no permiten que el niño, incluso teniendo 5 o 6 años, den pasos hacia la certeza de la música.
Quizá otra gran complejidad podría vincularse con esa idea que dicta que las artes son solo para aquellos que tienen un gran poder adquisitivo. ¿Qué piensa sobre esta mentalidad?
Que es la falsedad más grande que puede haber. Por ejemplo, en el Conservatorio Nacional de Música está la directora Zoila Luz García Salas, quien es una gran pianista y quien desde la institución o por cuenta propia se ha dedicado a formar a muchos patojos que se han acercado con la inquietud de aprender a tocar piano y otros instrumentos.
Algunos de ellos tienen hasta los pianos o los violines que les han legado familiares. Generalmente, cuando a alguien le gusta un arte, ahí está y ahí va a seguir. Es como algo que se le pega en el cuello y ahí está, para bien suyo, no para mal.
“Generalmente cuando a alguien le gusta un arte, ahí está y ahí va a seguir. Es como algo que se le pega en el cuello y ahí está, para bien suyo, no para mal”. -Geraldina Baca-Spross, pianista y promotora cultural
¿Cree que hay posibilidades de sensibilización musical más allá del aprendizaje académico?
Es una respuesta que no le podré dar, porque soy formalista y clásica. Pero podría responder tomando como ejemplo el jazz. Es un género maravilloso para las personas que tienen ese tipo de criterio.
Yo no podría nunca sentarme con un maestro de jazz en cualquiera de sus ramas, porque ellos son muy secularizados. Sentiría que no estoy comprendiendo lo que está ocurriendo, musicalmente hablando. Pero allí hay un mundo maravilloso y totalmente diferente.
En su carrera también ha mostrado interés por la ciencia. ¿Qué ha descubierto en esa rama y cómo cree que se complementa con las artes?
Lo que más me impresionó de este campo fue el tratar de escudriñar el futuro que les viene a ustedes y a los más chiquitos.
En cuanto al arte y la ciencia, creo que son dos campos totalmente diferentes, pero lo que pasa es que hay muchas personas, especialmente las de matemáticas, que viven maravilladas por el arte, y es porque no se les olvida que, especialmente la música clásica, es muy estructurada. Entonces, las matemáticas son como el hilo conductor entre muchos científicos y nosotros los músicos.
En este territorio de conocimientos que ha navegado, tanto desde la gestión, las artes musicales y la ciencia. ¿Qué cree que ha logrado descubrir?
Por supuesto, es algo que me ha brindado la oportunidad mucho más grande para hacer preguntas sobre el mundo.