“Es un artista joven que pinta como los de antes”, expresó el crítico de arte Guillermo Monsanto durante una visita que llevó a cabo al estudio de Ardón.
El nombre de este virtuoso, que firma sus obras simplemente Nathan, “comienza a definirse dentro de una generación de jóvenes que emplean el dibujo como herramienta básica, esto le da solidez a su trabajo, lo cual redunda en una figuración bastante personal y original”, dice Monsanto.
Habilidad natural
El pseudónimo obedece a que de pequeño su mamá, Ruth, lo llamaba Nathan. Su habilidad para la pintura la descubrió cuando tenía 7 años. “Mi madre me regaló una toalla pequeña con un dibujo de Pluto, lo copié y me quedó muy parecido”, relata. A partir de entonces no paró de dibujar, aunque sin la posibilidad de tomar clases formales.
Cuando estaba por graduarse de Bachiller en Ciencias y Letras, logró reunir dinero y pagar algunos cursos en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (Enap).
Durante el taller recibió dos clases con Marvin Olivares, las cuales le resultaron vitales. “Nunca se me van a olvidar, pues me enseñó a tomar el lápiz y sobre la composición en el papel”, recuerda.
En esa búsqueda también fue decisiva la guía de Iris Castillo, de la Escuela Municipal de Artes.
En esa época, asimismo, llegó el momento de iniciar una carrera universitaria y su madre tenía la ilusión de que fuera arquitecto. Pero él le confesó que su intención era estudiar arte en la Enap.
Búsqueda personal
La academia le ha permitido darse cuenta de que el talento natural no es suficiente en la formación de un artista. No cree en que alguien sea autodidacta en esta era de la tecnología de la información.
En ese sentido, reconoce que, a pesar de las limitaciones, es innegable la labor de la Enap. “Es el único ente formador de artistas en Guatemala”, sostiene.
Su paso por esta escuela fue de solo dos años, ya que luego se trasladó a la Escuela Superior de Arte en la Universidad de San Carlos.
Desde hace más de tres años, Nathan se dedica al arte a tiempo completo. Entre su temática más recurrente están los pájaros, en especial las golondrinas y los tecolotes. “Me encantan por la poesía que encierra la imagen de un ave”, explica.
En la búsqueda por encontrar un estilo propio ha encontrado como referentes a Arnoldo Ramírez Amaya, los mexicanos Francisco Toledo y José Luis Cuevas, así como en los clásicos Edgar Degas, Henri de Toulouse-Lautrec y los grabadores japoneses.
En cuanto a las influencias afirma: “Te puedes aferrar a una técnica o a un estilo sin saber exactamente por qué. Pero de nada sirve dibujar bonito si no dices nada. Eso no se lo puedes copiar a ningún artista, porque la esencia no se copia”.
Regreso a las bases
El crítico guatemalteco Juan B. Juárez escribió sobre el artista: “Atrás de Jonathan se adivina y se siente a Abularach, a Ramírez Amaya, a Erwin Guillermo, a Alejandro Urrutia, a Juan Francisco Yoc; quizás a Goya y a Cuevas: la palpitante tradición que templa su mano joven de dibujante, alada y con garras”.
Para Monsanto, este novel artista forma parte de una corriente de virtuosos emergentes —nacionales e internacionales— con una academia muy depurada.
“Hay una etapa de cierre y crisis del modernismo, en donde los artistas regresan a revisar el dibujo, la composición, la aplicación de color, los temas y autores pasados. Son artistas que reverencian lo formal, a través de horas de estudio y dedicación”, expone.