Revista D

Migrantes guatemaltecos crean “ciudades espejo” en Estados Unidos

Comunidades indígenas del altiplano prefieren migrar a las áreas rurales de la Unión Americana.

Los connacionales en EE. UU. se reúnen para celebrar fiestas tal como lo harían en sus pueblos natales: con marimba. Esta es una imagen captada en Albertville, Alabama, donde se observa el colorido de los trajes tradicionales.

Los connacionales en EE. UU. se reúnen para celebrar fiestas tal como lo harían en sus pueblos natales: con marimba. Esta es una imagen captada en Albertville, Alabama, donde se observa el colorido de los trajes tradicionales.

La tierra natal se extraña cuando se está lejos. A los pocos días se antojan los frijoles, las tortillas calientes y el chile. Por supuesto, también se echan de menos a los amigos y a la familia.
Los emigrantes guatemaltecos que se van al norte en busca de mejores oportunidades de vida extrañan todo esto y mucho más. Por eso, al menos en Estados Unidos, han creado “ciudades espejo”, como el abogado e investigador Pedro Pablo Solares les denomina a aquellos espacios donde los chapines hacen imitaciones de sus lugares de origen.
Solares, entre el 2009 y el 2014, entrevistó a más de 25 mil guatemaltecos que viven en el lado Este de la Unión Americana, como parte de un estudio de documentación ciudadana.
“La gente de determinado municipio, aldea o cantón llega a cierta ciudad de EE. UU. y, con el tiempo, invita a sus conocidos a mudarse con ellos, legal o ilegalmente. Es así como se forma una nueva comunidad que comparte las mismas costumbres e idioma”, indica el experto.
Un buen ejemplo es Júpiter, Florida, un condado en el que residen cientos de poptíes (jakaltecos).
Otro caso que ilustra bastante bien este fenómeno es el de San Sebastián Coatán, Huehuetenango, cuyos habitantes, de la etnia chuj, por lo regular, emigran precisamente a nueve urbes estadounidenses: Mesa (Arizona); Portland (Oregón); Boaz (Alabama); Jackson (Misisipi); Greenville (Carolina del Sur); y Shelbyville, Morristown, Knoxville y Cookeville (Tennessee).
Otro caso es el de Fort Payne, Alabama, donde el 60 por ciento de connacionales es originario de Aguacatán, Huehuetenango —su idioma dominante es el awakateko—. Esa etnia también domina en Morganton, Carolina del Norte.

Reflejos

Aunque existen diversos informes que han estudiado las migraciones guatemaltecas, el de Solares es de los pocos que han evaluado su expansión en Estados Unidos, según su clan.
Para empezar, el investigador separa a nuestros emigrantes en dos grandes grupos: los citadinos-ladinos y los rurales-indígenas.
Los primeros son quienes hablan español y han pasado gran parte de su vida en las zonas urbanas. Por lo general, cuando deciden trasladarse a EE. UU., lo hacen a enormes urbes como Chicago, Nueva York o Los Ángeles, por citar algunas, donde no tienen mayor problema lingüístico debido a las grandes comunidades latinoamericanas radicadas ahí, entre ellas, las mexicanas y las salvadoreñas. “Para ellos, el reto es hablar inglés para desarrollarse”.
Marcel Arévalo, coordinador del Programa Pobreza y Migración, de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso Guatemala), refiere que los ladinos “tienen mayor asimilación con la vida de la ciudad”. Indica, asimismo, que estos grupos se dedican a la industria de servicios.
Sin embargo, el caso de los rurales-indígenas es distinto, ya que en muchas ocasiones el primer obstáculo que encuentran es el idiomático. “Mientras más alejada esté la aldea de donde provengan o entre más arraigado esté el idioma materno, más necesidad tendrán de asociarse con aquellos que hablen como ellos”, comenta Solares. “¿Quién en Estados Unidos sabe chuj, q’anjob’al o mam?”, se pregunta. “Por eso, al menos desde el 2000, tienden a emigrar a los sitios donde está su gente”, los cuales, casi siempre, son áreas rurales estadounidenses y con menos de 50 mil habitantes.
“Es así como se empiezan a tejer redes por pertenencia étnica; acuden donde hay alguna conexión familiar o social”, coincide Arévalo.
De esa cuenta, muchos deciden ir al llamado Deep South (el sur profundo), cuyos territorios abarcan Carolina del Sur, Misisipi, Florida, Alabama, Georgia y Luisiana, pues ahí encuentran trabajo en fábricas de textiles, procesadoras de carne o en actividades de agricultura. “Esto último es porque muchos de ellos se han desempeñado en el campo”, explica Arévalo.
Lo negativo de esos estados son sus manifestaciones xenófobas y racistas por parte de los blancos conservadores en contra de los afroamericanos y latinos. “Pese a ello, los hispanos se desarrollan bastante bien porque sus colonias son numerosas”, expresa Arévalo.
Otros sitios de estudio han sido Tennessee, Carolina del Norte, Indiana, Delaware y Massachusetts, así como a Arizona, Illinois, Nebraska, Kansas, Maryland, Virginia, Oklahoma, Iowa, Nueva York, Nueva Jersey, Rhode Island, Connecticut y Washington.
“Se busca esa asociación lingüística ya que, de esa forma, pueden llevar una mejor convivencia familiar, laboral, religiosa o escolar”, comenta Solares.
También tratan de que sus casas sean lo más parecidas a las que tenían en Guatemala. Por ejemplo, a la par de edificios y residencias con arquitectura moderna, algunos tienen un pequeño jardín con milpa. “No creo que la necesiten para subsistir, pero, quizás por costumbre, nostalgia o simplemente por el gusto por el maíz, la tienen ahí”, dice Solares.
Asimismo, buscan que en su comunidad puedan practicar una religión cristiana. “Esto es interesante, pues sucede que, cuando son católicos, el párroco por lo general es mexicano o colombiano y, a veces, un estadounidense que sabe poco español. En cambio, si van a una evangélica, el pastor es también originario de la misma aldea del feligrés y, por lo tanto, habla el mismo idioma, por lo que se genera un mayor sentido de pertenencia”, comenta Solares.
“Pero, sea cual sea la denominación cristiana que practiquen, los connacionales de etnias indígenas perciben las iglesias como lugares donde las autoridades migratorias no llegarán a buscarlos”, añade Solares.
Otro factor característico es que copian sus modelos de liderazgo. De esa cuenta, surgen autoridades que se encargan de tomar decisiones y de resolver conflictos, en especial en temas migratorios. “En muchos casos, los pobladores de la comunidad no acuden a la Policía, sino con el pastor o con uno de estos dirigentes”, explica el investigador. “Allá se agrega otro componente importante, y es el tema migratorio, pues tienen miedo de que descubran que, posiblemente, estén indocumentados”.

Razones del desplazamiento

De acuerdo con Arévalo, la migración guatemalteca hacia Estados Unidos era “normal” hasta antes de la década de 1970. “En esos tiempos solo viajaban personas de clases acomodadas; eran flujos pequeños, por la vía aérea, y originarios, sobre todo, de las zonas urbanas”, dice.
Sin embargo, a partir de finales de los setentas y principios de los ochentas, las cosas cambiaron radicalmente. “El fenómeno migratorio se vio influenciado por el terremoto de 1976, pero se agudizó por la guerra interna, ya que hubo miles de desplazados al sur de México y otros tantos que decidieron hacer la travesía hasta Estados Unidos”, profundiza Arévalo. “La razón era huir y, con ello, hallar mejores condiciones de vida”.
Allá se juntaron con otras migraciones, como la salvadoreña y la nicaragüense, que también huían de sus propios conflictos internos. En los noventas, los desplazamientos se dieron por la falta de trabajo en Guatemala. “Muchos de los que se fueron por la guerra, empezaron a cobijar a los que se habían quedado acá”, refiere Arévalo. “Así se empezaron a agrandar las comunidades. Con todos esos guatemaltecos dispersos según su etnia se asentaron a lo largo de la Unión Americana y crearon comunidades similares a sus lugares de origen. De esa forma, surgieron las ciudades espejo”, concluye Solares.

Curiosidades

Según los expertos, las etnias guatemaltecas mejor organizadas son la chuj, mam y qanjobal, pues, por ejemplo, llevan a cabo eventos culturales; entre ellos,bailes con marimba.
Muchos niños  indígenas que viven en EE. UU. suelen hablar un idioma maya e inglés, pero no español.
Grupos indígenas de Guatemala en Estados Unidos celebran sus fiestas patronales en aquel país en la misma fecha en que las celebrarían acá.

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