Hay momentos decisivos en la historia de la pintura nacional que brindan elementos para apreciar su evolución, en atención no solo al tiempo, sino también a sus corrientes. Desde la Colonia al presente proponemos los siguientes ángulos para hacer ese recorrido.
Pintura religiosa
En la Guatemala del siglo XVI los pintores se caracterizaron por un trabajo integral, es decir, además de crear cuadros se involucraron en la escultura y las tallas ornamentales, “e incluso actuaron como ensambladores de retablos”, indica Haroldo Rodas en Pintura y escultura hispánica en Guatemala.
José A. Móbil en su libro Historia del arte guatemalteco agrega que “durante el siglo XVI y la primera mitad del XVII, la pintura acusaba un fuerte impacto religioso, tal como sucedía con las otras artes que se cultivaban en el país”.
Móbil destaca a Thomas de Merlo como una “figura descollante” durante la segunda mitad del siglo XVII. Otro autor distinguido fue José de Balladares, la mayor parte de su obra está bajo la custodia de la iglesia de La Merced.
Paisaje
“Desde principio de siglo XX, en una ciudad pequeña, aún con un entorno rural, muchos artistas tomaron ese tema (paisaje) para practicar las diferentes técnicas de pintura y, como se ha dicho, bajo las cualidades del estilo impresionista”, escribe Rosina Cazali en el tomo V de la Historia General de Guatemala.
Cazali resalta la obra de Agustín Iriarte (1876-1963), Carlos Valenti (1888-1921), Rafael Rodríguez Padilla(1890-1929), Roberto González Goyri (1924-2007) y Rafael Pérez de León (1896-1958).
En ellos “se encuentran los mejores ejemplos de pinturas de paisajes de las primeras dos décadas del siglo”. También a Carlos Mérida (1891-1984), quien considera ofrece una variación debido a que “las vistas y escenas del altiplano guatemalteco llegaron a ser en su obra una excusa para el estudio de la abstracción y no para captar lo pintoresco del lugar”.
Los años 1930, durante el régimen de Jorge Ubico, la pintura se alejó de todo compromiso ideológico “y el paisaje pasó a primer plano por más de dos décadas. A través de dicha pintura, los artistas cultivaron el amor por lo circundante y exaltaron la exuberante naturaleza del país, como el Lago de Atitlán, el altiplano, los imponentes volcanes y las pintorescas calles de la Antigua Guatemala”, explica Cazali. Posteriormente, destacaron Humberto Garavito (1897-1970), quien dio prioridad al manejo de la luz; Alfredo Gálvez Suárez (1899-1946), y Andrés Curruchiche (1891-1969).
“Floreció también el arte naíf. Caracterizado por la creación de composiciones que representaban la vida de los indígenas y escenas rurales. Se desarrolló principalmente en las ciudades provinciales de Comalapa y Santiago Atitlán. Curruchiche, Juan Sisay (1921-1989), y Santiago Tuc Tuc (1920-1980c) son sus mejores exponentes, pero su producción sigue siendo desconocida fuera del país”, escribe Edward J. Sullivan en Arte Latinoamericano en el siglo XX.
Vanguardias
La pintura abstracta y la figurativa plasman de diferentes maneras la realidad. La primera sustrae elementos para representarla, mientras la segunda suele abordarlos con más apego a la realidad. Desde hace más de un siglo ambas corrientes han tenido múltiples expresiones y representantes. Ambas marcaron fuertemente la pintura durante el siglo XX y son por lo general las dos tendencias principales en que suele clasificarse una obra, las dos son parte fundamental de las vanguardias del siglo pasado.
“La llegada al país de Jaime Sabartés (1881-1968), amigo de Pablo Picasso (1881-1973), supuso el mayor estímulo intelectual de principios del siglo XX. Sabartés fue el encargado de introducir a los artistas locales en los incitantes conceptos de las primeras vanguardias y de animarles a que viajaran a Europa. Entre ellos se encontraban dos grandes amigos: Mérida y Valenti, quienes visitaron París en 1910”, indica Sullivan.
El mismo autor destaca que desde los años 1950, el énfasis del arte guatemalteco se centró en mayor medida que cualquier otro país centroamericano, “en la integración de las artes figurativas con la arquitectura, un concepto que posee claras referencias a la tradición maya”. En ese sentido menciona los murales del Centro Cívico, diseñados por Mérida, Guillermo Grajeda Mena (1918-1995), Dagoberto Vásquez (1922-1999) y González Goyri. Para Sullivan, otro de los principales promotores de la integración de las artes fue Efraín Recinos (1928-2011).
Arte contemporáneo
En el 2006 los organizadores de la V Bienal de Artes Visuales del Istmo Centroamericano invitaron al público en su catálogo a “tomar conciencia de los nuevos referentes en el arte regional y a conocer, más de cerca, el cambio que está ocurriendo en los nuevos corredores del arte y sus nuevos comportamientos críticos”. Hacía énfasis en que las modalidades y medios de expresión “ya no parten de concepciones formales tradicionales ni académicas ni de modernismos institucionalizados”.
Desde finales del siglo XX el arte contemporáneo destaca en la mayoría de recintos y eventos artísticos. Los que se expresan de esta manera, rompen con las normas de igual forma que lo hicieron los artistas a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, cuando dejaron atrás el academicismo. Hoy, los soportes no son los tradicionalmente empleados. Si bien son más comunes la performance o las instalaciones, en el arte contemporáneo se sigue usando la pintura, algunas veces como parte de técnicas mixtas.
“La fuerza con la que todas estas actividades han ido creciendo ha representado en los primeros años del siglo XXI un nuevo movimiento para el arte en Guatemala”, destaca la Fundación Rozas-Botrán en el prólogo del catálogo del 2008 de Arte en Mayo, su evento anual de arte y subasta.
Este reportaje está relacionado con la infografía Tierra de pinceles de la serie DSaber. De acuerdo con el Currículo Nacional Base, las Artes Plásticas visualizan la expresión de sentimientos e ideas con respecto a una materia. Estas se manifiesta por medio de la arquitectura, escultura y pintura.