Escenario

Pantalones muy bien puestos

En un mundo en que la moda masiva propone usar jeans azul desteñido y rotos o pantalonetas, muchos adultos y ancianos de las etnias mayas usan sus pantalones o wejax tradicionales como forma de reivindicar su identidad.

Al ojo del recién llegado, estas prendas atraen fuertemente la atención por sus colores, pero más por su diseño y la forma en qué se usan.

“Las personas no pueden dejar de voltear a ver con curiosidad y extrañeza a quienes vestimos el sak’ap. Nos observan de pies a cabeza”, dice Diego Ixtamer, de 88 años, residente de San Juan La Laguna, Sololá.

Se confeccionan con cuatro lienzos de aproximadamente 30 centímetros de ancho, tejidos en telar de cintura. Una artesana los urde y otra borda las figuras que los adornan, las cuales se empezaron a usar hace unos 60 años.

Anteriormente el sak’ap era de algodón crudo, sin adornos, solamente con una línea de bordado rojo en el ruedo, explica Ixtamer. Ahora se fabrican con hilos industriales que imitan la seda natural y no destiñen.

Diferentes

El wex o wexaj, en idioma kaqchikel; n’skaw, en tz’utujil o lix en k’iche’, no tiene elástico en la pretina, ni pasadores para el cinturón, ni bolsas, ni botones ni cremallera en la bragueta.

Se sostiene a la cintura con una faja llamada pas, de tres metros de largo y 15 centímetros de ancho, que se anuda al frente y cuelga los extremos.

El largo de las mangas es variable, por influencia española se usa arriba del tobillo o a la rodilla, pero también para que al caminar el ruedo no se manche por el polvo o lodo.

Ancestrales

Estas piezas se derivaron del ex maya, y se hibridizó con los zaragüelles, especie de calzoncillo ancho y holgado que llegaba a la rodilla, preferidos por los españoles del siglo XVI de Murcia, Valencia y Aragón, por proporcionarles movilidad y comodidad en las tareas agrícolas. Todo ello traspasado durante la época colonial.

Muy masculino

El wex de San Antonio Palopó, Sololá, deja al descubierto la parte baja de las piernas. Queda oculto por la rodillera o pieza de lana negra que va enrollada a la cintura y se sujeta con un cincho de cuero. “La gente cree que debajo de la rodillera no llevamos más ropa y por eso nos critican de incivilizados”, dice don Pedro Pérez (70), originario de Palopó. Este wex es muy parecido a una pantaloneta, pero se ajusta a la cintura, no con elástico, sino con una faja de cuatro metros de largo. Deriva del maxtlatl, y en este caso de la faldilla usada por los mayas antiguos, que era una pieza de tela que doblada en triángulo se amarraba alrededor de la parte baja del torso masculino. Debe tenerse en cuenta que aunque los hombres de San Antonio no usen pantalón de mangas largas, esto en nada riñe con la masculinidad.

Sencillo

El diseño del lix, pantalón usado en San Andrés Sajcabajá, Quiché, es anterior a la era del elástico, broches, cremalleras o remaches. Era de manta, y ahora se fabrica de telas industriales. La manga llega al ojo del pie, se sujeta con dos cintas que circulan la cintura y se amarran atrás. Tienen un traslape frontal que los hace muy cómodos.

A pesar de todo

Estos pantalones han soportado el paso del tiempo, pese a factores adversos. Muchos hombres mayas al migrar a la capital e integrarse a la fuerza laboral abandonan su vestir tradicional, pues sobre estas prendas siempre ha habido prejuicios sociales.

Pero hay otras desventajas, como la cantidad de horas invertidas en la elaboración de una pieza, que eleva su precio en contraposición al valor de un pantalón de poliéster o lona. Adultos y ancianos indígenas comentan que a muchos jóvenes les da vergüenza usarlos, los desprecian y prefieren vestirse “como los artistas de la televisión”.

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