La actividad física es un aporte no solo a lo muscular, sino también a la coordinación y al sistema cardiovascular. Además, permite prolongar la independencia y lograr cosas sin la ayuda de terceros.
En un contexto de esas características, es fundamental que los familiares incentiven a los adultos mayores a hacer ejercicio.
No es cuestión de hacer grandes planes, ni actividades complicadas. Para las personas que tienen ciertas dificultades, cumplir con las tareas de todos los días es un buen comienzo. Cocinar, vestirse, lavar, poner la mesa y regar las plantas son tareas que entrenan el movimiento.
Por supuesto, algunas requerirán de cierta paciencia. Pero aunque les lleve su tiempo, es importante que las generaciones jóvenes no releven a los mayores. En todo caso, es mejor apoyarlos mientras las hacen o hacerlas junto con ellos.
También es importante dar paseos. Aunque sea un trecho corto, no debería faltar un paseo diario en la rutina.
Otro punto eventualmente útil son los entrenamientos de fuerza y coordinación, siempre y cuando sean consensuados con el médico de cabecera. Es recomendable además tratarlo con algún fisio- o ergoterapeuta.
Lo importante de cualquier entrenamiento es no ejercer ninguna presión u obligación. La presión es tan contraproducente como el esfuerzo desmedido. Todo el mundo tiene derecho a decir que no a una propuesta.
El Centro alemán de Calidad del Cuidado ZQP sostiene que muchas personas mayores no se mueven lo suficiente y que esta tendencia se ha visto incrementada durante la pandemia.
Son muchos los motivos que llevan a esta situación: la falta de fuerza muscular, la movilidad limitada, los problemas de equilibrio, los problemas de visión, los dolores o la parálisis pueden estar entre las causas.
La falta de motivación o de apoyo, además del miedo a las caídas, también pueden ser factores disuasivos para estar activo.