Salud y Familia

Platillos tradicionales, los sabores de la época

Habitantes de la provincia degustan íconos de su cocina popular el 1 de noviembre. 

El fiambre no es el único platillo que se degusta en Guatemala en esta temporada. (Foto Prensa Libre: Brenda Martínez)

El fiambre no es el único platillo que se degusta en Guatemala en esta temporada. (Foto Prensa Libre: Brenda Martínez)

El fiambre —de origen colonial— no es el único platillo que se degusta en Guatemala el 1 de noviembre, para conmemorar el Día de Todos los Santos. Pulique, iwaxte, bollos, caldo de gallina y pacaya son algunos de los otros manjares.

Hay alimentos fijados en la tradición que se ponen junto al difunto como ofrecimiento o en un altar casero. Se coloca la comida sobre una pequeña alfombra de pino salpicada con “flores de muerto”, en la cabecera de la tumba, completada con velas. De ahí proviene el término comida de cabecera, indica el biólogo y experto en gastronomía nacional Luis Villar Anleu.

“Los recados son el alma, espíritu y cuerpo de la comida nacional, pilares sobre los cuales se levanta la deliciosa comida popular de Guatemala. Constituyen el medio en el que se cuecen, riegan, bañan o mezclan ingredientes”, añade Anleu. De ahí surgen  puliques —vinculados a esferas sacroceremoniales—, pepianes, jocones, hilachas, iwaxtes —ancestral comida xinka en comunidades de Jalapa—, subaniq’es, revolcados, tiras, hilachas y el kaq’iq’.

Pero los postres también son parte medular de los festines de este día, costumbre arraigada desde hace varios siglos.

Antigua Guatemala —antes, Santiago— ha legado una variedad de platos típicos que nacieron durante el siglo XVI y que  maduraron durante los siglos XVII y XVIII, explica el cronista de la ciudad Miguel Álvarez.

“Ángeles somos, del cielo venimos, limosna pedimos, si no nos la dan, puertas y ventanas nos la pagarán”, era el estribillo con tintes de inocente amenaza que pronunciaban los niños el 31 de octubre  durante el siglo XIX —incluso hasta mediados del siglo XX—, cubiertos con sábanas para representar a las ánimas, y así convencer a los vecinos de que les convidaran dulces de la época como jocotes o ayote en miel o dulces en conserva”, indica Érick Fernando García, historiador del Centro de Estudios Folclóricos.  

ESCRITO POR:

Brenda Martínez

Periodista de Prensa Libre especializada en historia y antropología con 16 años de experiencia. Reconocida con el premio a Mejor Reportaje del Año de Prensa Libre en tres ocasiones.