La diferencia en la mortalidad entre ambos sexos dentro de la región comienza a surgir cerca de los 10 años, pero cerca de los 15 aumenta debido a causas violentas de muerte que experimentan los hombres como homicidios, accidentes y suicidios.
Estos datos fueron revelados por la Organización Panamericana de Salud en el marco de la investigación Masculinidades y salud en la región de las Américas que fue publicada en 2019, y en la cual se apunta que muchas de los causantes de muerte en América “se relacionan directamente a comportamientos machistas”.
Para entender el machismo se debe hablar de las masculinidades, así como de su conformación social e identitaria. Luis Bonino, psicoterapeuta español y experto en las problemáticas de la condición masculina ha tratado de explicarla desde una idea de masculinidad “hegemónica”.
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Dice Bonino que esta consiste en “la configuración de prácticas sociales para los varones (…) relacionada con la voluntad del dominio y control”; algo que, según agrega el psicólogo guatemalteco Gabriel Álvarez, también responde a las “expectativas en cuanto al comportamiento y actitudes de individuos que han sido comprendidos y socializados como hombres”.
Álvarez explica que el paradigma que define la masculinidad hegemónica habla también de un “estereotipo de lo que se aspira llegar a ser”.
Roberto Mayorga, asesor en tema de masculinidades, explica que esto también puede entenderse desde las “normas” con las que se relaciona a las personas identificadas como hombres: “Por mucho tiempo se ha asumido que todos deben ser heterosexuales, fuertes, racionales, alejados de las emociones e incluso descuidados de la salud”, apunta.
Entre sus investigaciones, Gabriel Álvarez también se ha topado con que las personas esperan de un hombre que sea alguien “trabajador y proveedor”.
Pero ¿qué pasa con los que no caben dentro de esas categorías? ¿Se pone en duda su masculinidad? Roberto Mayorga explica que es precisamente esa “lógica” desde la cual muchas personas asumen la experiencia de una persona masculina en países como los de Iberoamérica.
Ante ello, el especialista prefiere preguntar ¿qué ocurre si un sujeto decide no asumir todas esas expectativas? La respuesta apuntaría a que no por asumirlos al cien por ciento dejaría de ser hombre, así como tampoco sería “más hombre” si cumple con todas las expectativas que suelen nacer de tradiciones y patrones sostenidos las familias, escuelas e iglesias.
Los lugares que asigna el machismo
De acuerdo con Gabriel Álvarez, la masculinidad está envuelta en un patrón sexoafectivo, lo que quiere decir que hay formas distintas de relacionamiento según los individuos son hombres o mujeres. No obstante, la socialización que suele hacerse desde lo masculino tiene cargas de dominación.
La socióloga Silvia Trujillo, especialista en Género, Justicia y Derecho, apunta que la totalidad del sistema en el que nos encontramos está permeado de conductas y formas machistas de ver el mundo, así como también los ámbitos en los que nos desarrollamos.
Lo cotidiano, atravesado por la masculinidad hegemónica, muestra a la vez un sistema de opresión sexista que ha provocado que en las familias se normalicen dinámicas donde las mujeres “deben” servir a los hombres, o donde a estas se les ubica en roles que deben llevarse a cabo dentro de los espacios íntimos-recatados y no en los exteriores como es más frecuente con los hombres.
El hecho que haya ciertos juegos destinados a las niñas -por lo general más delicados-, versus a los más bruscos que implican fuerza física -como los deportes- y más asociados a los hombres, es a opinión de Trujillo, “otra manera de entender los lugares asignados a cada género”.
Esto va legitimando y enmarcando los comportamientos que se supone deberían tener las personas en su vida, sin embargo, trae varias implicaciones que escalan a distintos espacios de la sociedad.
“Los mecanismos se van haciendo implícitos y luego pasan a reproducirse en la escuela o el Estado con leyes androcéntricas (que giran alrededor del hombre y su punto de vista)”, comparte la socióloga.
Roberto Mayorga sostiene que la masculinidad atraviesa todas las formas de relación y tomando en cuenta el lugar que se le designa al hombre por costumbre, esto puede llevarle a creer que es “merecedor” de construir relaciones verticales donde él tenga más poder y sea el centro.
Gabriel Álvarez apunta que debe hablarse también sobre el “pacto masculino” habitual entre personas que normalizan la jerarquización y el poder en las relaciones donde el hombre es lo más importante. Esto nubla la participación o visibilidad de las demás personas en un contexto dominado por lo masculino.
El lenguaje ha sido prueba de ello y en varios casos. Roberto Mayorga apunta que idiomas como el español son construidos desde la óptica masculina y muchos de los conceptos son nombrados como tal, por ejemplo, hablar de “los derechos de los hombres”, o hablar únicamente de “niños” al referirse a un grupo de menores.
¿Dónde quedan entonces quienes no se identifican como hombres? Mayorga responde que muchas veces no suelen nombrarse en los imaginarios. “Lo que no nombramos no existe, y por eso el lenguaje es importante, porque viene del pensamiento”, señala.
Efectos de las masculinidades
El psicólogo Gabriel Álvarez señala que una de las creencias más arraigadas sobre la masculinidad es que los hombres no deben ser sensibles. “Muchas veces implica una castración de las emociones, e incluso pocos hombres hablan sobre eso si no es que están bajo efectos del alcohol”, señala el especialista.
Esta falta de sensibilidad también puede responder a una sobre exigencia por lograr “estándares inalcanzables” como ser una persona fuerte, que evite la fragilidad, que sea exitosa o el número uno en todo, comenta Roberto Mayorga, quien apunta que esto puede decantar en ciclos de violencia y dolor.
“Algunos casos como la depresión, problemas circulatorios o accidentes por falta de cuidado o alcoholismo son consecuencias de un deficiente manejo de las emociones y esto afecta tanto al sujeto como a las personas que lo rodean”, apunta Roberto.
¿Por qué entonces resulta importante hablar sobre masculinidades en Guatemala? A decir de Mayorga, nuestra sociedad está construida desde características violentas y preguntarnos sobre el rol masculino puede ayudar a entender que no todos los hombres están obligadas a cumplir un solo mandato.
“Si no hablamos de masculinidades seguiremos asumiendo un patrón histórico donde el hombre ha sido entendido como el que suele dominar, transar, someter y violentar. En medida que lo hablemos podremos contribuir a relaciones más responsables y a la disminución de problemas sociales”, agrega Roberto.
Cómo transformar las acciones
A decir de Mayorga, un primer paso para cambiar las formas de experimentar las relaciones consiste en preguntarse y cuestionar por qué se realizan ciertas actitudes.
“Al final todo tiene que ver con los patrones que seguimos. Si hay algo que hace nuestra familia que no construya o no me parezca, puedo cuestionarlo. Es la principal invitación a no repetir”, dice el especialista.
Otro aspecto se evidencia desde la denuncia de las violencias y el abogar por más respeto e inclusión en todas las dinámicas sociales en las que nos involucremos. Esto puede iniciar desde la empatía o el valor de ponernos en el lugar de las demás personas.
“Cuando estamos más conscientes de las necesidades de las personas, podemos construir relaciones más horizontales, conscientes y sin explotación”, agrega.
Al estar más conscientes de los detalles, ser sensibles e incluso fomentar desde casa actitudes que impliquen el cuidado y la delicadeza se puede fomentar otra idea de masculinidad, apunta Roberto.
La socióloga Silvia Trujillo agrega que la vinculación social puede trabajarse desde casa donde además se pueden evitar comportamientos sexistas y verticales. Esto se lograría negociando condiciones de vida, atribuciones, y de recreación entre los niños y las niñas.
La especialista señala que las instituciones de poder también deben estar atentas a no replicar lógicas que fomenten la desigualdad entre los sexos que suelen verse como campañas donde siguen asignándose patrones de masculinidad hegemónica.
Trujillo invita a reflexionar que los hombres van más allá de ser personas proveedoras, viriles o dominantes. “Vemos con menos frecuencia hombres como modelos que se preocupen por mostrar afectos, por ser responsables y que comparten las crianzas en familia”, señala.
Entender que la masculinidad no es una sola puede ayudarnos a ser más tolerantes. Roberto Mayorga señala que es importante recordar que la masculinidad incluso va más allá de los aspectos biológicos o de orientación sexual de los hombres.