EDITORIAL

El poder municipal sometido al pillaje

Una semana después de que el Ministerio Público y la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala desarticularan una de las mayores estructuras de corrupción ligada a la construcción de infraestructura pública fue desbaratado el pequeño feudo, pero no por ello menos importante, de Arnoldo Medrano, exalcalde de Chinautla.

Medrano ha sido el ícono de la perversidad política, del camaleonismo electorero y uno de los más claros ejemplos de caciquismo municipal y de lo pernicioso que ese modelo puede ser para una comunidad, cuando los políticos se eternizan en el poder y las estructuras de corrupción se afianzan para anular toda posibilidad de participación, oposición y mucho menos fiscalización.

Solo así se puede explicar que un alcalde como Medrano haya durado tanto tiempo al frente de la Municipalidad de Chinautla, en varias etapas, y que por ello fuera capaz de transar con todos los partidos políticos que tenían la oportunidad de alcanzar la Presidencia y por lo cual entre ambos se daba un mutuo beneficio bajo bases corruptas cuyos estragos ahora se empiezan a conocer con mayor detalle.

Fue patética la última imagen en el ruedo político del ex jefe edil, cuando anunciaba que ya no buscaría la reelección para no manchar las aspiraciones a la Presidencia del candidato del partido Líder, Manuel Baldizón, y en su lugar la nominada era su sobrina, una vergonzosa decisión, ante su inminente debacle.

El poder de Medrano había superado la esfera local, y así como era capaz de doblegar a candidatos presidenciales para que apoyaran una y otra vez su reelección, también llegó a tener enorme influencia en otras esferas, principalmente de la justicia, donde tuvo finalmente que rendir cuentas. Una de sus últimas fotos, cuando ya enfrentaba cargos por corrupción, fue captada en un restaurante junto a un juez polémico.

Todo eso hace comprensible que hoy el MP y la Cicig lo acusen de acaparar fondos municipales de manera ilícita, al adjudicar proyectos de vivienda popular, de carreteras y de alcantarillado por un total de 25 millones de quetzales, cuya malversación sirve hoy para acusarlo por segunda ocasión, aunque es lo que se ha logrado documentar, porque los aportes del hoy detenido exfuncionario eran millonarios para las candidaturas presidenciales que apoyó y de las cuales recibió respaldo.

El punto es que Medrano simboliza a ese político indeseable, como muchos de los que hoy se encuentran tras las rejas, por haberse aprovechado de un cargo para enriquecerse y pervertir el puesto y a los parientes más cercanos, a quienes involucró en una estructura criminal para desfalcar la municipalidad y llevar un modelo de vida que incluso los convirtió en discutibles y sospechosos empresarios de la construcción.

Lo lamentable es que todavía existen por allí numerosos individuos que detentan el poder municipal o legislativo para convertirlo en una moneda de cambio, en un vehículo para el tráfico de influencias, en un trampolín hacia el oportunismo. Pero cada vez les queda menos tiempo para vanagloriarse de sus fechorías e impunidad.

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