EDITORIAL

La necesaria coherencia

El calentamiento global es una dura realidad que recorre el mundo y a diario se difunden noticias sobre sus efectos, principalmente de naciones donde el aumento de la temperatura está provocando incluso la muerte de personas, como ocurre en la actualidad en la India.

Hay notas que pueden parecer curiosas, pero reflejan la trascendencia de la situación, como se reporta desde Baton Rouge, Louisiana, donde las autoridades penitenciarias batallan con ventiladores y fabricación de hielo para mantener las prisiones frescas, ante la llegada del verano, que podría obligarlas, por orden judicial, a instalar aire acondicionado en las celdas.

Guatemala no es ajena a ese drama y según registros del Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología, durante las últimas décadas el clima en las siete regiones del país ha variado en rangos que van desde los 0.5 grados centígrados hasta los 1.5 grados, un cambio que ha sido sensible, pero que resienten mucho más quienes residen en zonas ya de por sí cálidas.

Puede que para muchos el calor sea una cuestión pasajera, pero las mediciones con instrumentos también apuntan a que las noches se han vuelto más calurosas, además de que ha aumentado la sensación térmica, que hace que sea mucho más perceptible ese cambio, aunque un vistazo por el mundo es suficiente para evidenciar que esta no es una percepción de algunas localidades, sino que se ha convertido en un agobiante fenómeno climático.

De hecho, desde los últimos 50 años que se habían dado estos registros también se documentó que el nivel del mar había aumentado hasta 10 metros, con el consiguiente perjuicio para muchas poblaciones costeras.

Ha llegado a tales niveles de preocupación el calentamiento del globo terráqueo que el pasado jueves la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos emitió un informe en el que detalla que la temperatura promedio de abril había registrado un aumento de 1.1 grados centígrados por encima de todo el promedio del siglo XX y de la última anotación histórica que databan de 2010, por lo que las Naciones Unidas también expresaron preocupación por esas modificaciones en la temperatura.

El temor de los científicos se explica porque para ellos los cambios no están siendo graduales, sino que son variaciones bruscas, que ocurren con demasiada rapidez, por lo que califican los registros obtenidos durante 2015 como una nimiedad, comparados con lo que se documenta en 2016.

Por lo que son relevantes estas mediciones es porque los climas extremos tienen un pernicioso efecto en la vida humana, como acrecentar la amenaza en seguridad alimentaria, la extensión de enfermedades o incluso el cambio de hábitat de algunas especies, que migran hacia otras latitudes.

Para los científicos tampoco resulta fácil explicar las causas de este ascenso en la temperatura, y por ello se busca conmover la conciencia global para que se produzca un cambio en la conducta humana, porque puede ser la única respuesta coherente para la preservación de la vida.

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