EDITORIAL

Precaria imagen de los presidentes

En más de una encuesta en la que se ha buscado establecer quién ha sido el mejor presidente de Guatemala, los consultados tienen dificultades en definir la imagen de un triunfador. Esto no es casual, porque en el imaginario social no ha existido una figura dominante desde el restablecimiento de la democracia. Pero cuando se consulta con personas de mayor edad, invariablemente surge la figura de Juan José Arévalo como el mejor gobernante, pues durante su gobierno se dieron muchos avances sociales que perduran.

Se dificulta la búsqueda de valores en tiempos más recientes porque quienes han ocupado la Presidencia desde 1986 arrastran manchas, principalmente con la oscura venta de recursos públicos o porque la corrupción ha sido parte inherente del propio equipo.

Hoy es penoso ver cómo Otto Pérez y Roxana Baldetti están sometidos a la justicia por haber llegado a increíbles niveles de corruptela, al punto de que al juez Miguel Ángel Gálvez le cuesta comprenderla, porque evidencia también un exagerado poder.

Pero antes, Alfonso Portillo debió pagar con cárcel en el extranjero sus abusos de poder, y el grotesco aprendiz de golpista Jorge Serrano Elías aún paga con el destierro su burdo intento de abolir la Constitución y el sistema de justicia. Lamentablemente, esas situaciones no terminan. Se incrementan.

Esta semana, Álvaro Arzú ratificó una vez más su autoritarismo y rechazo a la democracia, al afirmar que en Guatemala esta no funciona, que debe ser dirigida y se ha vuelto veneno para la paz y la reconciliación. Repitió su estribillo de que a la prensa se le paga o se le pega, como lo practicó durante su gobierno. La osadía de afirmarlo en un foro, ante expresidentes latinoamericanos, demuestra torpeza de criterio e incapacidad para entender la esencia democrática representada en la crítica y en la fiscalización de los actos públicos.

Tal actitud es resultado de un explicable terror porque dentro del huracán de fiscalización e investigaciones que sopla en el país puedan salir a luz sus anteriores y actuales actuaciones en el Gobierno, que permiten incluso ser calificadas como traición, a causa de las oscuras y amañadas privatizaciones ocurridas en su cuatrienio.

La sorprendida audiencia aplaudió cuando, por la tarde, con gran sentido común, uno de los participantes se refirió a esos exabruptos, que solo se pueden admitir porque la libertad de expresión incluye que los intolerantes e inmaduros puedan hablar y retratarse de cuerpo entero.

Lamentablemente, entre la mediocridad, la irresponsabilidad, la corrupción y la intolerancia, los guatemaltecos continúan esperando por esa figura que algún día le vuelva a dar brillo y prestigio al cargo más importante en el país y pueda dignificarlo.

Actualmente los requisitos para optar a la Presidencia de la República apenas excluyen a los menores de 40 años y a los analfabetas, pero hay otras condiciones que debiera reunir un candidato, como la idoneidad, para evitar que se den situaciones como la aquí comentada. Se trata de simples e indispensables normas que se originan en la lógica.

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