EDITORIAL

Trump: los efectos de sus amenazas

Los funcionarios cercanos al presidente estadounidense Donald Trump, a causa de las últimas amenazas proferidas en contra de Corea del Norte y de Venezuela, tienen ahora la impostergable urgencia de lograr convencerlo de terminar su costumbre de emplear un lenguaje impropio de quien ocupa el más alto puesto ejecutivo de Estados Unidos, por la obvia razón de que pueden tener consecuencias impredecibles que alcancen a todo el mundo, literalmente.

Un riesgo consiste en que en la totalidad de ocasiones sus palabras lleguen a ser consideradas poco serias por ser exabruptos, con lo cual la imagen institucional de la presidencia estadounidense sufra un mayor menoscabo del que muchos analistas ya señalan, tanto dentro como fuera de Estados Unidos. Pero eso lo afectaría sobre todo en el mundo occidental, donde la sensatez siempre está presente en las declaraciones de los altos funcionarios.

Sin embargo, la interpretación es diferente en sociedades distintas, como es el caso de Corea del Norte, un reino comandado por un díscolo y fanático heredero de una dinastía de opereta con armas nucleares. China y Rusia, si bien también tienen mentalidad distinta, están dirigidas por políticos experimentados, conscientes de las consecuencias. Trump amenazó primero y la respuesta de Kim contra Guam provocó otra, todo lo cual tiene en vilo al mundo porque el fantasma de la guerra empieza a rondar.

Pocas horas después, Trump profirió una distinta amenaza, esta vez contra Venezuela, cuando habló de la posibilidad de una acción militar contra el dictador Nicolás Maduro, quien se encontró con un inesperado regalo, porque esas palabras afectarán la actual posición de los países latinoamericanos, de la OEA y de la ONU, e incluso dentro del país amenazado. La Mesa de la Unidad Democrática, opositora, ya emitió un rechazo ante la posibilidad de ver fuerzas militares extranjeras en territorio venezolano o aviones de combate sobrevolando el país.

De efectuarse, la acción debería ser unilateral porque no podría lograr el apoyo militar del continente americano, mientras la ONU condenaría el hecho y los adversarios chinos y rusos se colocarían en una posición intransigente. Mientras tanto, este continente vería por primera vez la posibilidad de una guerra a gran escala en su territorio. Debe recordarse que la distancia entre Caracas y la capital guatemalteca es de solo 2,600 kilómetros, y está a menos de cuatro horas de vuelo directo.

Hacer estas consideraciones no tiene más objetivo que ver el escenario de que la actual guerrita de palabras entre Trump, Kim y Maduro se convierta en el detonante de una crisis cuyos efectos, por tanto, son impredecibles. Lo declarado por el presidente estadounidense ya tuvo el efecto de causar preocupación muy justificada en el escenario internacional y en el interno de Venezuela, lo que evidentemente es una posibilidad en la que no pensó.

La cordura debe ser una de las principales cualidades de quien, con experiencia o no, por su capacidad o por suerte, llega al mando de cualquier país. No se puede reaccionar instantáneamente, y menos en la era de las redes sociales, ante hechos problemáticos y se debe escuchar a consejeros capaces, bien escogidos. La interconexión del mundo actual es un terrible multiplicador de mensajes, peor si son amenazas. Por eso constituye una prueba de poca capacidad no solamente utilizarla sino emplearla con ese fin.

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