EDITORIAL

Abundante oferta del viejo arquetipo

El primer síntoma de que la democracia guatemalteca está lejos de alcanzar un impulso es la enorme cantidad de partidos políticos que aspiran a ser los representantes de los intereses mayoritarios. Hasta hoy suman 26 posibilidades para elegir el próximo junio a un presidente, un vicepresidente, 168 diputados y 340 alcaldes.

De estas agrupaciones, cinco han presentado ya a sus binomios y no solo vuelven a ser caras conocidas, sino, además, algunos de los que ya han participado en eventos anteriores ni siquiera se atreven a asumir una posición sobre la compleja coyuntura nacional, lo que preludia la continuación de un deficitario modelo de gobernanza, que solo augura más de lo mismo.

En un artículo divulgado ayer por The New York Times en español, firmado por la periodista Elisabeth Malkin, se decía que sobre las muertes de los dos niños guatemaltecos bajo resguardo de autoridades fronterizas de Estados Unidos el presidente Jimmy Morales ni siquiera se ha pronunciado y la única información ha surgido de comunicados o empleados menores de la Cancillería.

Ha guardado silencio sobre muchos otros temas de trascendencia nacional y en los momentos en que ha querido abordar temáticas específicas lo ha hecho en circunstancias bajo la mira de los medios de comunicación y para referirse a su pleito personal y el de su círculo más cercano en contra de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala.

No es el único. Esa misma conducta muestran todos los aspirantes a cargos de elección popular, quienes tampoco se atreven a opinar sobre el drama de la migración centroamericana ni sobre los esfuerzos del oficialismo por desbaratar la lucha contra la corrupción, una tarea que más temprano que tarde alguien deberá tomar, por ser un oprobioso estigma para nuestro país.

Estamos a dos semanas de que se oficialice el inicio de la campaña electoral, y si bien las nuevas reglas que rigen la competencia partidaria han silenciado a la mayoría de los aspirantes, también lo es que la mayoría prefiere guardar silencio sobre la problemática nacional, porque los rezagos en desarrollo y el apremiante combate de la corrupción han polarizado a los guatemaltecos, entre estos a los más dadivosos financistas, que ahora también tendrán más limitaciones para respaldar candidatos.

En un contexto de abundante propuesta electorera y de un hartazgo ciudadano por la marcha de las cosas en el país deberán surgir las claves para una elección trascendental. Por un lado estarán los representantes de la vieja política y sus financistas, tratando de influir para que nada cambie, y por el otro se abrirá una ancha vía para el generalizado repudio a la politiquería, el cual podría incidir en un verdadero cambio.

Lo que se conoce hasta ahora de quienes ya han proclamado binomios presidenciales y de los presuntos aspirantes de otras agrupaciones permite vislumbrar que solo puede venir más de lo mismo, lo cual ciertamente limita las posibilidades de cambio, pero ese mismo panorama abre las posibilidades para uno de fondo, como ha ocurrido en las más recientes elecciones de varios países, en las que los más representativos íconos del populismo han triunfado.

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