EDITORIAL
Baldetti enfrenta su primer juicio
Lo que para todo mundo parecía una descarada estafa, menos para las máximas autoridades del Partido Patriota, se ratificó ayer, cuando el juez de Mayor Riesgo C, Víctor Herrera, dictaminó enviar a juicio a la exvicepresidenta Roxana Baldetti Elías, bajo los cargos de fraude, tráfico de influencias y asociación ilícita, por la compra de una solución que supuestamente sanearía el Lago de Amatitlán.
Desde que se observó a la entonces vicemandataria en un claro show durante su recorrido por el contaminado lago, era obvio que algo no olía bien en ese asunto, pues de manera burda se pretendía derramar una especie de pócima mágica sobre un cuerpo de agua que se encuentra al borde de convertirse en un enorme pantano, precisamente porque no se hace lo suficiente para evitar el constante y creciente ingreso de contaminantes a sus aguas.
En un descarado espectáculo, Baldetti aseguraba que tenía la solución y que en muy poco tiempo estaría invitando a los periodistas a degustar una espléndida mojarra, lo cual, por supuesto, no ocurriría, por ser imposible, ya que estaba en marcha una nueva acción fraudulenta para apropiarse de recursos públicos.
En esa operación participaron varios funcionarios de la oficina que debía velar por el manejo del lago, pero el Ministerio Público responsabilizó a la exvicegobernante y a su hermano Mario Baldetti de haber dirigido la estructura delictiva para presionar y lograr que se documentara la necesidad y se gestionara el desembolso de los recursos.
Cuando Baldetti apareció de manera profusa en todos los medios de comunicación a bordo de una lancha y llevándose agua a la nariz, ya se habían dado pasos suficientes para proceder a los primeros pagos. Sin embargo, un análisis efectuado por el Ministerio de Salud demostró que la composición del agua milagrosa no correspondía con lo informado por la empresa contratada y que en todo caso parecía ser agua con sal.
Fue una de las más grotescas escenas de las numerosas protagonizadas por la entonces vicepresidenta, que buscaba con afán consolidar un nuevo y pésimo mal negocio para los intereses del país, con la clara intención de profundizar la corruptela que se había vuelto una práctica demasiado extendida en muchas dependencias que habían caído en las garras de una dirigencia voraz.
A ello se debe que ya no sorprende a nadie cada nueva acusación que se lanza contra alguno de los integrantes del gobierno patriotista, pues solo ratifica de manera documentada algunos de los numerosos rumores que se escuchaban durante esa administración, porque era frecuente oír de abusos y excesos en el poder, que incluso hicieron temer a otras autoridades foráneas sobre los riesgos de ese relajamiento moral.
La estafa con el agua mágica podría calificarse de modesta cuando se le compara con los ingresos que podrían representar la administración ilegal de un sistema aduanero, como fue el caso La Línea, pero son apenas dos de los delitos por los que enfrenta cargos una de las figuras más emblemáticas del gobierno patriotista y que pone en perspectiva las ramificaciones de la corrupción.