EDITORIAL

Bicentenario debe marcar el porvenir

La prospectiva es una ciencia y un arte que suele practicarse poco a nivel de esferas del Gobierno, a pesar de la necesidad de contar con rumbos de acción definidos, estables y geoestratégicos. Al menos eso dan a entender las políticas erráticas, fallidas y cortoplacistas que en cada cambio de gobierno se reciclan o se cortan de tajo sin mediar para ello criterios técnicos, sino tan solo las veleidades de la política. La prospectiva, que es la disciplina encargada del estudio de las causas técnicas, científicas, económicas y sociales que aceleran la evolución social y la previsión de las situaciones que podrían derivarse, suele ser suplantada con promesas, suposiciones propagandísticas e incluso con falsas previsiones que tienen más una intención de acallar críticas, ocultar problemas o de ganar tiempo que de proporcionar un verdadero panorama de las posibilidades reales de transformación.

Inexorablemente, la región centroamericana avanza hacia los 200 años de haberse emancipado del Imperio español, una gesta cuyas causas dividen opiniones y generan enconados juicios historicistas sobre sus beneficios o inconvenientes. Se trata de una conmemoración que puede convertirse en punto de referencia a corto y largo plazo en cuanto a integración regional, sinergias fronterizas e incluso mayor intercambio entre entidades de investigación, universidades y centros de pensamiento.

Guatemala se encuentra a cuatro meses del cambio de gobierno, con un período de transición que no termina de despegar debido al secretismo con el cual el Ejecutivo saliente maneja ciertos asuntos de capital importancia para el sucesor, o al menos eso es lo que se exhibe ante la opinión pública, ya que de haber algún tipo de diálogos subrepticios a espaldas de la población, solo se estaría dando continuidad a una nefasta cultura de ocultamiento y doble discurso. En todo caso, de buena fe se puede sugerir a las nuevas autoridades que demanden desde ya información detallada y fidedigna sobre el estado de la Nación, sobre todo en áreas altamente sensitivas, como el acuerdo migratorio con EE. UU., el estado de Sitio en el nororiente y el estado real de las finanzas, ya que la economía global se encuentra en un punto álgido que podría limitar determinadas ejecutorias.

Justo por este panorama es que el presidente y vicepresidente electos deben contar con un equipo técnico confiable y veraz que les pueda trazar escenarios probables y las correspondientes estrategias de acción, que sin duda deben incluir golpes de timón en determinadas áreas de la administración pública. Si la burocracia sigue creciendo al ritmo actual, si los ingresos fiscales y los gastos mantienen en expansión la brecha, si los pactos colectivos amañados siguen amarrando la disponibilidad de recursos, los análisis prospectivos no serán halagüeños.

Mas no se trata solo de crear horizontes pesimistas, pero sí de reconocer las realidades, a fin de crear oportunidades que impacten a nivel comunitario, municipal o nacional de aquí al 15 de septiembre del 2021. Las panaceas no existen, pero los guatemaltecos son trabajadores, valientes y solidarios, dispuestos a sumarse a un plan que inspire confianza, liderado con acciones y ejecutado con probidad, tres características que se esperaban del actual gobierno, pero lamentablemente perdió su oportunidad. Así que el diálogo nacional propuesto por el presidente electo no debería demorar más y arrancar desde ya con acercamientos a todos los sectores, para que el 14 de enero del 2020 se trace el plan de navegación hacia una emancipación del pasado.

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