EDITORIAL
Crisis exhibe larga debacle edil en Xela
Entre mediocridad y dolo, entre estulticia y protervia, entre demagogia e incapacidad se han movido las polaridades ediles de Quetzaltenango en las últimas tres décadas. No es la única comuna con este triste rango de actuaciones que ni siquiera merecen llamarse administrativas, porque no lo han sido, pese a que durante las campañas abundan los merolicos electoreros que ofrecen cambio, eficiencia y honestidad.
Quetzaltenango vive una emergencia ambiental que no solo pone en riesgo el entorno, sino también la salud de la población, debido al bloqueo del paso de camiones hacia el basurero municipal que mantienen vecinos de comunidades del Valle de Palajunoj desde hace 26 días. Se oponen al plan de ordenamiento territorial (POT) de la comuna altense. Tal sabotaje tiene también visos de acicateo político, aunque no es el único factor de conflictividad. No obstante, la realidad es crítica: promontorios de bolsas y desperdicios se siguen acumulando en proporciones pasmosas en calles, colonias, mercados y plazas, con el consiguiente riesgo para la salud y la natural descomposición que emana fetidez.
Realmente, nadie dimensiona la cantidad de desechos sólidos expelidos a diario por una comunidad hasta que un evento como este bloqueo impide su recolección y traslado. Lo rutinario es su deposición en un botadero o relleno sanitario, pero incluso tal solución sin mayor tratamiento ha demostrado sus limitaciones y corta vida útil. Es probable que la crisis actual sirva más para ocultar que para revelar la necesidad de cambiar el modelo de tratamiento sostenible de los desechos, algo que ya debería estar en marcha en esta y otras ciudades. Por ahora, todos claman por un alivio inmediato, pero lo que se necesita es una solución integral, visionaria, inteligente.
El bloqueo se originó por la protesta de comunitarios del citado valle, descontentos por la implementación del POT, un proyecto que data de hace una década, pero cuya vigencia ha sido retrasada por previas administraciones; ha sido moneda de cambio de candidatos populistas, clientelares y ávidos de llegar al cargo para otros propósitos ajenos al servicio público serio. Ofrecen relegarlo, a pesar de constituir una necesidad y un beneficio, tal el caso de un aspirante a la alcaldía que solivianta la animadversión.
El POT busca prevenir males que hoy día golpean a tantos municipios, incluyendo a la misma urbe quetzalteca: trazo anárquico de vías, establecimiento de negocios y fábricas en zonas residenciales o desorden en el manejo de bienes raíces, que a su vez impiden la creación de calzadas o infraestructura adecuada, como drenajes, distribución de agua, cableados. En este momento de crisis puede ser complicado, pero el diálogo con líderes comunitarios es impostergable para hallar acuerdos. No es una opción tirar literalmente a la basura el POT, pero tampoco lo es imponerlo a una comunidad que carece de lo esencial desde hace décadas. El valle de Palajunoj es visto como botín electoral, pero pasadas las elecciones vuelve a quedar con sus calles de tierra, desagües a flor de tierra y total desatención al desarrollo integral.
Y hablando de desatención, se debe calificar de inaceptable la decisión del alcalde quetzalteco, Juan Fernando López, que prefirió irse en viaje de vacaciones ante una crisis anunciada. Dejó a sus vecinos solos ante el hedor, abandonados frente a la insalubridad. Como si aquellos amparos que le impedían asumir el cargo, por haber sido contratista del Estado hubiesen sido la premonición de su indolencia.