EDITORIAL

Devastadora pandemia muy anterior al covid

La incidencia de la diabetes en Guatemala es una incógnita. Se calcula que afecta al menos a 700 habitantes de cada 100 mil, pero no se cuenta con una cifra certera a causa de la falta de diagnóstico clínico de muchos casos. Ello se debe, en parte, a la deficiente cobertura de salud, y también por descuido o reticencia de potenciales pacientes a verificar su estado de salud cardiovascular. Al comparar tasas de impacto en otros países latinoamericanos, se podría inferir que cerca de un 10% de la población del país estaría expuesta a la diabetes o en riesgo inminente de padecerla, lo cual equivale a casi 1.8 millones de guatemaltecos.

Existen numerosos síntomas que en ciertos contextos rurales son atribuidos a supuestas causas “sobrenaturales” o asociadas con males pasajeros, lo que causa un retraso en el tratamiento, incluso cuando todavía no existe un cuadro completo de la enfermedad. El gran problema de este trastorno metabólico es que se convierte en origen de múltiples complicaciones y cuadros como derrames cerebrales, insuficiencia renal, infartos al miocardio, ceguera, propensión a infecciones o dificultad de cicatrización de heridas que a veces conduce a la amputación de una extremidad.

Desde la década de 1990 la Federación Internacional de la Diabetes comenzó a impulsar una jornada para crear conciencia sobre los riesgos de esta enfermedad. Se eligió la fecha 14 de noviembre porque marca el natalicio de uno de los descubridores de la insulina, enzima clave cuya falla es un generador decisivo del mal. No fue sino hasta 2006 que, ante el impacto global y el aumento sostenido de casos, la Organización de las Naciones Unidas lo declaró día internacional.

Sin duda alguna son los malos hábitos alimenticios, la falta de actividad física, el sobrepeso y las tensiones de la vida moderna tres de los factores que más confluyen en el aumento sostenido de enfermos, diagnosticados o no. De enero a octubre del 2022 se atendieron 127 mil 424 pacientes diabéticos en el sistema de salud pública del país. En el mismo período del 2023 la cifra de casos aumentó a 140 mil. Esto, sin contar las cifras de centros privados o clínicas particulares. El aumento es notorio y por tal razón la diabetes es considerada una pandemia por la pérdida de miles de vidas. No solo afecta por los decesos, sino también por la imposibilidad para el desempeño laboral.

Una de las consecuencias más incapacitantes para diabéticos es la retinopatía, como se llama el deterioro del tejido ocular que deviene en ceguera. Hace tres lustros su impacto era de un 2.5% de los pacientes, mientras que hoy es del 35%. Uno de cada tres enfermos puede perder la vista si no se somete a tratamiento, dieta y monitoreo constante. Si seguimos el hipotético 10% de población diabética antes citada, habría unos 586 mil guatemalteco con riesgo real de retinopatía. Sin embargo, en este año solo se han detectado 345 casos.

No se trata de sembrar alarma, sino de estar conscientes de la necesidad de buscar ayuda médica en el momento de padecer un simple sobrepeso. No hace falta esperar a tener un cuadro diabético, porque entonces ya es demasiado tarde. Existen entidades no gubernamentales que proveen servicios de diagnóstico y tratamiento a costos accesibles. Desde luego, esto no quita responsabilidad a los centros asistenciales estatales y el seguro social de ampliar su atención al respecto. No obstante, el primer paso lo tiene siempre quien está leyendo esto.

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