EDITORIAL

Educación es la apuesta, a pesar de este gobierno

La falta de planificación, la carencia de prospectiva y la ineficiencia de los funcionarios a cargo del remozamiento de planteles escolares tienen por estos días uno de sus más conspicuos momentos: a pesar de una pausa de casi dos años, es escaso y a menudo cosmético el remozamiento de establecimientos escolares. La sola palabra ya es en sí una meta deseable, pero que se queda corta, porque en lugar de hablarse de recuperar, reconstruir o reacondicionar edificios viejos, debería existir ya un plan de construcción de escuelas e institutos modernos, con diseño arquitectónico e instalaciones de punta.

Con qué facilidad se evidencia el vacío de las retóricas electoreras de sucesivos candidatos y presidentes, que se apresuran a amarrar el trato con el dirigente magisterial más venal para asegurarse carne de cañón para las protestas para presionar a los congresos, para distraer en momentos críticos o para presumir de apoyos frente a las críticas por su falta de resultados. Cuando venga el inicio del ciclo escolar del 2022, ya sea híbrido o virtual, se pintarán unas paredes, se mandarán a comprar unos escritorios —posiblemente sobrevalorados— y habrá acto cívico tras el cual se repetirán datos promocionales y se obviarán las duras realidades de la educación nacional.

En la edición de hoy se presenta un dato que causa estupor debido a que refleja la falta de juicio estratégico de quienes conducen la formación de la futura población productiva: solo se ha ejecutado 2% de los recursos destinados a la renovación de edificios escolares. Cuando faltan apenas 25 días para el arranque del siguiente año, es una cifra penosa y un resultado que debería costar algunas cabezas en una administración seria, pero no existe consecuencia alguna.

Hay fuertes posibilidades de que las aulas físicas aún no sean ocupadas a toda su capacidad debido a las restricciones por la pandemia. Eso extiende el lapso de oportunidad para lanzar una contundente operación de reparación de techos, consolidación de muros, reacondicionamiento de áreas deportivas, renovación de instalaciones eléctricas y provisión de conectividad para maestros y alumnos. En muchos casos es necesaria, desde hace mucho, la demolición total de inmuebles escolares desfasados para poder erigirlos más amplios, más altos y más futuristas, con licitaciones abiertas y concursos públicos transparentes.

Si la tecnología ha roto muros y fronteras, este es el tiempo para transformar el paradigma educativo e ir más allá de las sesiones de clase en línea. El desarrollo de contenidos pedagógicos, la creación de experiencias didácticas y la apertura de puertas a la creatividad, la deducción, la lógica y la lectura comprensiva deberían ser los principales puntos de la agenda de escolaridad de primaria y secundaria. Cambiar la forma de pensar para un retorno más productivo a las aulas físicas es una meta alcanzable, siempre y cuando existan las inversiones oportunas.

La ciudadanía y los padres de familia responsables tienen el derecho y la obligación de demandar de las autoridades una transformación del proceso formativo. En el camino hay obstáculos y conflictos de interés del sindicato magisterial que exige más salario pero no más evaluación, que demanda derechos pero no obligaciones. Sin embargo, hay maestros dedicados que sí cumplen su misión. Y parafraseando al presidente en Washington DC, bien se podría decir: “La mejora educativa seguirá siendo la mejor amiga y aliada de la niñez y juventud guatemaltecas, aún a pesar de este gobierno”.

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