EDITORIAL

El país donde baila “el Lobo”

Guatemala es el país de las mil voces, de las 24 etnias, de los cielos de dulce atardecer y atronadoras tormentas que a menudo dejan devastación. Es un país de contrastes, de ironías y de sorprendentes historias cotidianas, como la de un “lobo” que baila para luchar contra el dolor de haber perdido a su hija dos meses atrás.

En el maremágnum de la viralidad digital destacó esta semana la historia de Aldo el Lobo Vásquez, un zapatero de 50 años, residente en la populosa zona 5, quien ganó elogios, admiradores y muestras de cariño de quienes lo vieron, lo ven y lo seguirán viendo bailar música disco en un video que motivó incluso breves ensayos sociohistóricos de las últimas cuatro décadas de historia nacional.

Guatemala llora a cientos de hermanos que han perdido la vida a causa de la pandemia, pero en donde hay tantos males que arrebatan la vida desde hace mucho más tiempo: los niños con hambre, tragedias viales, la violencia delictiva o los problemas renales, como la hija del señor Vásquez.

Guatemala es país de fe, de esperanza y de hermandad. Pero también es territorio donde han campeado corruptos, mentirosos, defraudadores, demagogos y alcaldes como Arnoldo Medrano, que fue condenado esta semana. Pero no solo en Chinautla se han dado malversaciones, desvíos y asignación de obras a allegados con tajada de por medio. Estas sentencias deberían darse más rápido y con más frecuencia para evitar que se repitan las tropelías cometidas al amparo de la noble credulidad, de la resiliente ilusión y de la empática bondad de los guatemaltecos que siguen saliendo a trabajar, a pagar Q10 o Q20 en un taxi atestado porque todavía no hay buses. Pero no quieren sentarse a esperar la ayuda que no llegó. Salen con ganas de laborar, de emprender, de triunfar.

Guatemala es una nación multicolor que ha vivido muchos lutos y que sigue atestiguando la impasible tosquedad de una política insensible, ajena a las necesidades de barrios y aldeas, allá a donde suben voluntarios o algún sacerdote generoso para repartir víveres a los necesitados.

Guatemala, país en donde los bomberos llevan a los heridos al hospital para recibir atención pero en el contexto de la pandemia también hay estaciones que se dedican a proveer la silenciosa y única despedida a los fallecidos, como un testimonio de respeto, coherencia y valentía. Allá en la plaza ondea la hermosa bandera enorme que parece clamar al cielo frente a la Catedral, pero allí en las esquinas ondean banderas blancas que también bendicen al dador alegre frente al semáforo: territorio de contrastes, barrancos y nubes de montaña.

El guatemalteco se sobrepone a la adversidad, resiste la crisis, se recupera de la enfermedad y sigue adelante, noble, aguerrido, generoso, sonriente. Por eso el Lobo baila y sigue adelante porque tiene el secreto de la vida en cada día de esfuerzo y trabajo. No se avergüenza de ser sencillo ni de ser auténtico, porque su fuerza está en su honradez. Por eso mismo, él y cada guatemalteco merece el respeto incondicional y el máximo esfuerzo de servicio de todas aquellas personas, también guatemaltecas, que ocupan un cargo de autoridad.

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