EDITORIAL

Lecciones que aún se pueden aprender

Con una población total mucho menor que la de China, Italia ya superó la cantidad de fallecidos a causa del covid-19 registrada en ese país, que fue donde surgió el primer brote. Las causas de esta virulencia son varias, pero probablemente la más decisiva haya sido la tardanza en imponer medidas de restricción a la movilidad para frenar la curva expansiva de esta enfermedad.

El 4 de febrero, Italia reportaba solo dos casos de personas con la infección covid-19 en su territorio y que tenían el antecedente de un viaje a China. Dos semanas después eran 15, para el 27 de febrero ya había 400 y ayer eran 41 mil. La medidas de confinamiento de la población tardaron mucho en llegar y en hacerse cumplir, posiblemente para tratar de golpear lo menos posible a la economía y al turismo, intento que no solo fue infructuoso, sino de consecuencias cuantiosas. Apenas ayer la policía de Roma, megáfono en mano, llamaba a la población a permanecer en sus casas. Hasta ayer sumaban 3 mil 405 los fallecidos, muchos de los cuales no recibirían sepelio individual, sino que serían cremados en masa, por restricción sanitaria y falta de espacio en algunos cementerios.

Europa es el nuevo epicentro de la epidemia, con cerca de cien mil casos, de los cuales casi 18 mil están en España, 15 mil en Alemania y 11 mil en Francia. En Estados Unidos la situación no es menos preocupante, debido a que se registran 13 mil casos en sus 50 Estados, y aunque en este momento ya están activos todos los sistemas de atención, monitoreo e investigación, es necesario decir que el presidente Donald Trump hace un mes le restaba importancia al impacto del covid-19. El 25 de febrero decía que “todo estaba bajo control”.

Las restricciones de movilidad y suspensión de actividades laborales, religiosas, sociales, deportivas y culturales ordenadas por el Gobierno desde el lunes último se enmarcan en protocolos internacionales de reducción de riesgo de contagios, los cuales pueden resultar efectivos, siempre y cuando sean acatados por la población. Ciertamente no se ha llegado a la imposición de un estado de Sitio y toque de queda, para no acrecentar la psicosis y para permitir que continúe el flujo de mercancías que garantice el aprovisionamiento de bienes de consumo básico.

Hasta ahora hay nueve casos confirmados —uno fallecido— en el país, y cerca de 400 personas en cuarentena, a las cuales no se les ha practicado a todas la prueba diagnóstica, una tarea que se debe abordar con prontitud, para verificar la magnitud del reto sanitario. Hasta ahora los casos son importados, es decir que no se ha detectado todavía un contagio local, pero ahí radica el temor de muchos ciudadanos.

En todo caso, la clave está en aprender de los errores ajenos y propios, y con base en ello establecer un mecanismo nacional de información en el que no haya protagonismos, sino eficiencia en el mensaje. Esto significa: comunicar hechos, no percepciones; comunicar cifras con total respeto a la dignidad de pacientes, fallecidos y personas bajo sospecha de ser portadoras asintomáticas; asegurar el cumplimiento de las restricciones, sobre todo en áreas estratégicas que pueden convertirse, si se descuidan, en focos de contagio. En otras palabras, decir siempre la verdad por dura que sea. Por parte de los ciudadanos, unidos en la calamidad, lo más importante es el respeto mutuo, la empatía, la solidaridad, pero, sobre todo, trasmitir fortaleza y prudencia a los niños.

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