EDITORIAL

Necesaria valoración integral de las mujeres

La promoción, reconocimiento y exaltación del aporte diario de millones de guatemaltecas bien podría constituir una campaña interinstitucional, interdisciplinaria e intersectorial sin precedentes, con la finalidad de crear una actitud de respeto a las mujeres de toda edad en un país donde prevalecen altos indicadores de violencia intrafamiliar, se siguen cometiendo centenares de femicidios y el abuso sexual deja hasta 11 embarazos diarios en menores de 10 a 14 años.

En lugar de reportar reuniones rutinarias y participación en foros cuyos resultados concretos no se conocen oportunamente, bien haría la Secretaría Presidencial de la Mujer en abanderar la iniciativa de declarar un Año Nacional para la dignificación de las niñas, adolescentes y mujeres guatemaltecas, con una agenda coherente de intervenciones dirigidas a promover la equidad de acceso a la educación, impulsar la continuidad de estudios de diversificado y universidad de las jóvenes, en especial del interior del país, en crear verdaderas oportunidades de capacitación técnica para madres y así ir más allá de algunos cursos de manualidades repetitivas cuyo mercado ya está saturado.

Dignificar a la mujer guatemalteca va mucho más allá de las acciones populistas que emprenden ciertas figuras politiqueras que cada tanto regresan con la cantaleta de las ayudas clientelares consistentes en unos cuantos víveres que no duran ni una semana. Si bien es necesario crear programas de asistencia nutricional para madres e hijos, la sistematización del desarrollo humano es la única vía que permite vislumbrar la ruptura del ciclo de pobreza y desnutrición, que en los tiempos actuales posiciona al país como el que más atrasos registra en esta área en América.

En el plano educativo, no se trata de caer en mojigaterías o formalismos que terminen por resaltar divisiones o pugnas. Se necesita de una operación de reinvención pedagógica a gran escala que debe involucrar a los planteles escolares públicos y privados, pero también a las familias de los escolares. Niños y niñas necesitan recibir una inspiración ética desde temprana edad que los capacite en el respeto mutuo, en el sentido de equidad de derechos y obligaciones, así como en una valoración intrínseca que los acerque a una madurez productiva.

Las propias iglesias a las que pertenecen tantas familias deben convertirse en verdaderos bastiones de esta revaloración de la mujer que permita reducir las cifras de agresiones y muertes, de violaciones, casos de trata y abusos continuados que solo dejan vidas resquebrajadas y bebés con escasas posibilidades de futuro. Patrones desfasados de machismo tienen que desecharse por principio, también como una revaloración de los mismos varones. Promover la toma de conciencia del valor de las mujeres no quiere decir abrir la puerta a ideologías relativistas, sino, por el contrario, refrendar la dualidad a través de la cual se renueva la vida en el mundo.

Nadie puede quedarse indiferente ante esos más de 4 mil 500 embarazos de menores de 14 años registrados en el 2020. No hay ley ni moral ni costumbre que pueda excusar tales abusos. No existe justificación alguna para cada agresión, secuestro o asesinato de mujeres guatemaltecas. Pero para emprender un cambio real en la actitud social hacia estas transgresiones hace falta un movimiento que abarque activamente a las universidades, que involucre a las mujeres en la redefinición de su porvenir y que ayude a salvar vidas que hoy están bajo asedio.

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