EDITORIAL
Obras que no se ven pero que son vitales
Que el título de este texto no llame a error; no nos referimos a obras fantasmas, inexistentes, sobrevaloradas, inconclusas por largo tiempo para aparentar trabajo permanente. Se alude aquí a una apremiante necesidad de las comunidades urbanas y rurales que pocos gobiernos ediles y estatales atienden: los sistemas de alcantarillado, colectores y tratamiento de aguas servidas. Son obras complicadas, incómodas y onerosas, pero necesarias. Dependen también de un plan de ordenamiento territorial visionario, que pocos municipios tienen. Pero lo que las hace menos atractivas es que no se ven y resultan difíciles de promocionar, aunque a la luz de la reciente tragedia de Villa Nueva quizá la ciudadanía empiece a valorarlas y anteponerlas a un adoquinado superficial.
El nuevo socavón en suelo villanovano deja dos mujeres desaparecidas y cuatro lesionados, así como la impresión de que los trabajos para rellenar el primer hundimiento no se realizaron con un criterio sistémico; es decir, no se divulgó ningún estudio sobre el estado de la red próxima. Cuando se produjeron los socavones en el barrio San Antonio, zona 6, en el 2007, y de Ciudad Nueva, zona 2, en el 2010, se exigieron exploraciones de los colectores cercanos para evitar más erosiones subterráneas. En mayo del 2021 se detectaron cavernas en el Anillo Periférico que obligaron a la revisión.
La inspección preventiva de tuberías de desagüe, ya sea por antigüedad, deterioro a causa de sismos o el desgaste por el tipo de material de los conductos, es ahora tema de primer orden para autoridades del área metropolitana, cabeceras departamentales, centros urbanos. Lo mismo aplica para autoridades del Ministerio de Comunicaciones, debido a derrumbes en las cercanías de puentes o tubos debajo de carreteras.
Ya se acercan las elecciones y los candidatos ediles se aprestan a ofrecer pozos de agua, construir nuevo mercado, fundir planchas de concreto con dos canastas para llamarlas “polideportivos” o colocar pavimento en calles de tierra sin construir antes los drenajes. Pocos tienen la visión y la voluntad de comprometerse con un plan serio de revisión de alcantarillado, con los consiguientes beneficios para la salud y seguridad. Es una obra que no se ve, pero sus efectos se notan. O también sus defectos.
Existen comunidades donde las inundaciones son recurrentes debido a que se erigieron en áreas de antiguas lagunas o viejos cauces de ríos, lo cual las coloca en permanente riesgo. Sin embargo, la falta de aprobación y aplicación de planes de ordenamiento abren la puerta a la construcción de asentamientos precarios, aunque también de residenciales de lujo en áreas vulnerables. Por ejemplo, las zonas próximas al río Michatoya, en Amatitlán, padecieron su desborde el sábado último, con las consecuentes pérdidas.
Cualquier aspirante a cualquier alcaldía en las próximas elecciones debería tener una propuesta integral para enfrentar problemas heredados y una visión clara de urbanismo sostenible en cuanto a agua, drenajes, movilidad, áreas verdes y desarrollo competitivo. Lo mismo aplica a aspirantes presidenciales o de diputaciones distritales, porque más temprano que tarde les tocará enfrentar retos del impacto climático y sanitario. Poco importan las jardinizaciones, las aceras estéticamente ampliadas o las calcomanías de asfalto para taparle el ojo al bache; se precisa de autoridades comprometidas con el servicio honrado y eficiente a la ciudadanía. Cualquier otra pretensión ajena a ello debería irse a las tuberías del drenaje.