EDITORIAL

Pasos de unión que deben fortalecerse

Ningún esfuerzo de integración el camino es fácil. La misma Unión Europea (UE), que es un referente mundial de las ventajas de este modelo de convivencia, pasa por momentos difíciles debido al auge de los ultranacionalismos y al proceso de salida de Gran Bretaña, el famoso brexit. No obstante, el bloque continúa su avance y además aporta valiosa cooperación a las naciones de la región.

Tras la emancipación política de España y la fallida anexión a México, los territorios que hoy forman los cinco países de Centroamérica buscaron la manera de continuar unidos bajo la forma de una república federal. Así surgieron las Provincias Unidas de Centro América, en 1823, y dos años después pasaron a constituir la República Federal de Centro América, un modelo político administrativo que dejaba cierta autonomía a los Estados, pero bajo la autoridad de un presidente y con un Congreso unicameral regional.

Las rencillas políticas entre los conservadores, más afines a los privilegios del sistema monárquico, y los liberales, más orientados al constitucionalismo parlamentario, condujeron a enconadas pugnas e incluso enfrentamientos. Apenas 15 años después de su creación, los Estados comenzaron a disgregarse. Guatemala se declaró república independiente el 21 de marzo de 1847.

Durante décadas, continuó hablándose de una nueva integración centroamericana, a través de diversas vías, incluyendo la opción bélica, que solo creó nuevas divisiones. En 1951, surgió la Organización de Estados Centroamericanos, un nuevo intento de integrar las economías y de fomentar la cooperación, un noble ensayo que se vio dificultado por el surgimiento y prevalencia de conflictos armados en los países, hasta que en 1993 se replantea el modelo a través del Sistema de Integración Centroamericana (Sica), que constituye actualmente el puente más relevante para el diálogo regional, que incluye también a Panamá y a República Dominicana, aunque sujeto a muchas mejoras.

Las diferencias políticas y las disfuncionalidades estatales siguen siendo un lastre para una mayor cohesión, a lo cual se suma en décadas recientes el surgimiento de mafias enquistadas en los Estados y grupos oscuros que encuentran en la integración un estorbo para sus feudos de contrabando.

Para ningún esfuerzo de integración el camino es fácil. La misma Unión Europea (UE), que es un referente mundial de las ventajas de este modelo de convivencia, pasa por momentos difíciles debido al auge de los ultranacionalismos y al proceso de salida de Gran Bretaña, el famoso brexit. No obstante, el bloque continúa su avance y además aporta valiosa cooperación a las naciones de la región. Es allí donde cobra especial relevancia el encomio del representante de la UE en Guatemala a dos esfuerzos concretos: la unión aduanera y la puesta en marcha del documento único centroamericano para el comercio (Duca), que ha afrontado retos logísticos y tecnológicos, pero que se mantiene en ruta a una homologación total de los procesos de paso de mercancías, con el cual se le resta espacio a los defraudadores fiscales.

Cabe señalar que en el sueño de un Istmo unido existe un elefante blanco llamado Parlamento Centroamericano, un ente oneroso, inviable, improductivo y totalmente desprestigiado por haberse convertido en un refugio de impunidad. Más de un millón de guatemaltecos expresaron su repudio mediante votos nulos al dispendio estéril de una institución cuyas decisiones no son vinculantes ni relevantes. Sin perjudicar los avances logrados, bien podría prescindirse de ella o bien replantearla desde sus cimientos, quizá con asesoría de la propia UE. Pero ello implicaría una limpieza de personajes incapaces y advenedizos que llegan por inercia, por compadrazgos y hasta por nepotismo partidario.

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