EDITORIAL

Prácticas deben potenciar innovación

Los cuestionamientos sobre la calidad, pertinencia y aplicación real de la formación de Básicos y Diversificado han sido reiterados en la última década, sobre todo a causa de los cambios en los modelos tecnológicos, industriales, productivos e incluso en las aptitudes necesarias para optar a una plaza en una empresa. En el sector estatal, lamentablemente, no se observa siempre un alto nivel de exigencia, aunque debería existir, pero se dan casos de personas que sin mayor formación universitaria ostentan altos cargos en la administración pública, gozando de salarios propios de profesionales con posgrados y sin que se conozcan detalles de su desempeño. En todo caso, ese es otro tema: la creación de una nueva ley de Servicio Civil que impida formalmente tales golpes de suerte para allegados y correligionarios en las administraciones de turno.

El Ministerio de Educación decidió suspender este año la prácticas supervisada para graduandos de perito, Magisterio y bachilleratos, debido a la emergencia sanitaria y los problemas que afrontan tantas empresas. Dicho período de aplicación de conocimientos y contacto con el mundo productivo suele abarcar tres o cuatro meses, durante los cuales se revisa el desempeño de los alumnos de acuerdo con parámetros establecidos.

Esta práctica rara vez se toma en cuenta como experiencia laboral, lo cual ya entraña una contradicción, pues si bien no se trata de empleados remunerados, los practicantes aportan tiempo, esfuerzo y creatividad. Sin embargo, la supresión excepcional de este período de inmersión no debería sustituirse solo por más ejercicios, planes o tareas adicionales.

La peculiar coyuntura que vive el país y el mundo exhibe la necesidad de que la formación magisterial incluya la elaboración de propuestas concretas, viables e innovadoras en materia de enseñanza a distancia, un área en la cual quedaron al desnudo numerosas deficiencias, en las últimas semanas, sobre todo en el sector público, aunque también a nivel privado.

El paradigma didáctico que se ha tratado de implementar desde hace años es el de una creciente formación de competencias para el trabajo y el emprendimiento, sin perder de vista la formación humanística y la cultura general. Grandes y oportunos objetivos podrían centrarse en desarrollar aplicaciones, combinar recursos digitales y diseñar metodologías eficaces para el tiempo fragmentado de atención de tantos niños y jóvenes enclaustrados.

Todas las carreras de diversificado son susceptibles de generar espacios para la innovación y el emprendimiento. Por ejemplo, los peritos contadores pueden crear propuestas para mejorar la eficiencia económica de emprendimientos o pequeñas empresas, manuales de buen manejo tributario o monitorear la transparencia en el Estado con herramientas digitales.

Las barreras que acarreó la pandemia representan un alto costo de oportunidad, pero este puede compensarse parcialmente si se logra potenciar el talento, el trabajo en equipo y el espíritu de superación de los jóvenes estudiantes. Eso quiere decir que el cambio de los principios y metodologías de la práctica supervisada no debería ocurrir solo en esta circunstancia difícil, pues esta solo debe ser el detonante de una transformación que produzca graduados más proactivos y con actitud innovadora, pues esto mismo se reflejará a su llegada a las aulas universitarias.

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