CATALEJO
El “concierto” de los niños separados
Para un anónimo e insensible guardia de la frontera entre México y Estados Unidos, constituye un “concierto” el llanto desesperado de los niños de corta edad porque los estaban separando de sus padres para llevarlos a “albergues” calificados de jaulas por el legislador Mark Pocan. La burlona frase es incalificable y sobre todo demostrativa del nivel de inhumanidad de muchos de esos funcionarios. Irónicamente, esos niños, cuyos nombres se desconocen pero sus llantos fueron grabados, tuvieron una suerte aciaga a su arribo a la frontera de Texas, donde también un anónimo agente dio muerte de un disparo en la cabeza a Claudia Patricia Gómez González, de San Juan Ostuncalco, donde descansa para siempre en medio del dolor de todo el país, desde hace unas tres semanas.
Al rechazo y asco por esas acciones, se une la manera vergonzosa del actuar del gobierno guatemalteco en ambos casos, donde en la práctica no hay cancillería. Apenas un comunicado tibio, miedoso, pero nada de instrucciones al embajador en Washington para presentar una fuerte protesta, como lo hacen otros países cuando suceden situaciones de alguna manera similares. El atronador silencio del presidente Morales, tan aficionado a meterse en todo, es un nuevo clavo para su féretro político. Ayer decidió despedir a su vocero, Heinz Hiemann, porque el mandatario quiere hacernos creer como propias las declaraciones del ahora exfuncionario, obligado por más de dos años a explicar lo inexplicable. Ese criterio y el silencio sobre el caso de los niños enjaulados y mancillados, sin duda, eran conocidos por su jefe.
Esa actitud oficial demuestra a los guatemaltecos su calidad de seres de tercera categoría otorgada por el gobierno y por el impresentable Congreso. La actitud de Trump, insensible y absurda, provocó una declaración del vocero de su esposa, a quien “se le parte el corazón” por la situación de los niños centroamericanos. Es, poca duda cabe, una crítica a su esposo, como las de muchos funcionarios políticos. Por aparte, el exembajador estadounidense en Guatemala Steve MacFarland escribió mensajes claros y duros. Pero humanos. Sirvió varios años en el país en dos ocasiones y su actuar fue muy positivo para ambas naciones.
Creo justo reproducir sus escritos. Dice MacFarland: “La política del Gobierno de EE. UU. de requerir la separación de los niños migrantes de sus padres, acusados de inmigrar ilegalmente, me parece cruel, inmoral y contraproducente. Causa un daño a los niños, muchos de ellos muy pequeños y por tanto vulnerables”. “Castiga sin contribuir para que haya menos necesidad de emigrar a los EEUU porque hay otras maneras legales y humanas para hacer respetar las leyes de los EEUU y para responder a la migración desde Centroamérica”. “Habiendo representado a los EEUU como embajador en Guatemala, me apena pensar en los inmigrantes guatemaltecos y centroamericanos quienes, además de haber perdido la esperanza de poder vivir dignamente en su patria, han sido separados a la fuerza de sus hijos”.
“Desde los EEUU tenemos que exigir a nuestro gobierno que adopte medidas que protejan a los migrantes y contribuyan a que tengan menos necesidad de abandonar su país”. La señora Trump y el exembajador son dos voces valientes. El señor MacFarland estuvo varios años en Guatemala y es uno de los exfuncionarios estadounidenses con más conocimiento de nuestra realidad. Habla el español con fluidez admirable. Entiende la psicología y la realidad como no puede hacerlo un multimillonario neoyorquino creador de la “twitocracia” y dispuesto a todo. El gobierno emitió un boletín de condena hacia esa política, tras un vendaval de críticas, para abandonar su actitud lambiscona, pues había mostrado demasiada insensibilidad ante el castigo a niños inocentes.