SIN FRONTERAS
En contra del gobierno de ignaros
De esas calcomanías que van adheridas detrás de los carros, ayer vi una de lo más simpática. Decía: “Pare de sufrir… Lea libros”. Ligera, mi sonrisa, de pronto comenzó a desaparecer. Sustituyéndola, ingresó una reflexión costosa. ¿Puede acaso ser esto cierto en nuestra pequeña Guatemala? Porque la lectura conduce al conocimiento, y el conocimiento a la verdad. Ya lo dijo don Quijote, que “el que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”. Pero, aunque leer es un gozo en sí mismo para quien disfruta de su hábito, inevitable también es observar cómo nuestra clase intelectual, políticamente consciente, vive en constante sufrimiento. Sufre al ver su país, que no logra salir de las manos de políticos e influyentes, que desprecian en sus vidas, la virtud del intelecto.
Desde tiempo remoto, Platón, al diseñar el Estado Ideal, llamó a la conformación de una sofocracia —el gobierno en manos de los sabios—. Ciertamente una aristocracia —gobierno de élites—, pero no económicas, sino de la sabiduría. Claramente, esta no fue la escuela adoptada por nuestra Constitución, que más bien, permite el gobierno de individuos carentes de educación. Sabemos, por ejemplo, que para ser diputado, no se exige ninguna calificación educativa; basta con ser guatemalteco y ejercer los derechos ciudadanos. Igual sucede con la presidencia, la vicepresidencia, los ministros y otros altos cargos de Estado. Esta contradicción al llamado de Platón, descansa en la apertura de oportunidades necesaria para sectores que no gozan del acceso a la educación, que en un país como el nuestro, es un privilegio. Sin embargo, una simple pasada de vista a los funcionarios que ocupan cargos oficiales, nos permiten ver que quienes se han aprovechado de dicha apertura, son más bien individuos que restaron interés a su superación escolar, a pesar de haber tenido acceso privilegiado a ella.
Es insoportable ser testigo de la incultura de las personas que están a cargo de nuestro gobierno. Lo vemos en distintas manifestaciones, que no dejan lugar a duda de que el país está en manos de descuidados ignaros. Se exhiben en sus alocuciones espontáneas, con su léxico limitado y su discurso saturado de muletillas y estribillos. Se muestran también con su ortografía penosa. En redes sociales, como el Twitter, hay diputados que escriben con faltas de ortografía, como si fueran infantes en los primeros años de escuela.
¿Qué y cuánto leen los presidentes y diputados? Si usted se ha preguntado esto, fíjese en una muestra que quedó plasmada el mes pasado. Un grupo de diputados, en una buena intención de probidad, hizo pública la conformación de sus respectivos patrimonios. Los listados detallaban bienes inmuebles, joyas, vehículos y demás pertenencias. Pero entre ellos también se leía el rubro “biblioteca”, quedando evidencia de datos penosos, desde el punto de vista intelectual. Digamos, dos diputados declararon tener cero, en valor de libros; y en total, los libros de los seis diputados representaban solo un 1.2% de sus patrimonios. De hecho, únicamente la diputada Sandra Morán declaró un monto que nos hace suponer que tiene una biblioteca en casa.
La cruzada nacional es, actualmente, en contra de la corrupción. Pero también es necesario un llamado al gobierno por parte de los intelectuales. Una revisión del pasado nos permite recordar que ya académicos como Arévalo o don José Cecilio del Valle gobernaron el país. Y, en sinceridad, no será sino hasta que esto suceda, que lograremos abordar los debates necesarios para forjar el futuro. Un gobierno de personas instruidas. ¿Es eso demasiado pedir?
@pepsol