EDITORIAL

La Caja de Pandora devela sus secretos

Como exacto reflejo del mito griego de la caja de Pandora, del caso judicial clasificado bajo ese nombre empiezan a salir no solo figuras fantasmales sino nombres, relaciones, lujos, pagos sospechosos y vinculaciones entre abogados, políticos, exfuncionarios y funcionarios con uno de los más poderosos reos de las últimas décadas: Byron Miguel Lima Oliva.

Asesinado en el 2016 en extrañas circunstancias, cobró fama sobre todo por ser uno de los sentenciados por su estrecha complicidad con el crimen contra el obispo Juan Gerardi, durante la presidencia de Álvaro Arzú.

Ayer, la jueza Éricka Aifán, del Juzgado D de Mayor Riesgo, autorizó que se reprodujera el testimonio de Alejandra Reyes, exconviviente de Lima Oliva, grabado el pasado 4 de octubre como prueba anticipada, y en el mismo aflora un cuadro tenebroso sobre las relaciones entre políticos, abogados y funcionario de un sistema criminal.

En esas declaraciones se ratifica el testimonio que ha servido para que el Ministerio Público y la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala planteen la solicitud de antejuicio en contra del alcalde Arzú por supuestamente haber utilizado recursos públicos para financiar su campaña electoral, caso que está en manos de una sala señalada y vinculada con resoluciones dudosas, por lo cual cualquier fallo anómalo tendrá repercusiones.

El testimonio, aunque no deja de ser sorpresivo, solo ratifica muchas de las versiones que desde 1996 empezaron a circular en torno a la figura del entonces presidente, tras la muerte del lechero Pedro Sas Rompich, quien murió a manos de quienes escoltaban a la pareja presidencial en ese año: el capitán Lima Oliva y el especialista Obdulio Villanueva.

Posteriormente ambos volvieron a verse involucrados en un nuevo hecho de sangre: el asesinato del obispo Gerardi, en 1998, por el cual fueron condenados. Esos antecedentes y las potenciales relaciones empiezan a tener explicaciones racionales con el testimonio de Reyes, quien afirmó por medio de una grabación que Lima Oliva le confesó dos meses antes de su muerte que “Arzú lo había enviado a alterar la escena del crimen”.

El testimonio explicaría la razón por la cual el actual alcalde mantuvo una relación de negocios con quien impuso su voluntad en el Sistema Penitenciario y ayudó a los parientes de los militares que estuvieron cerca de él en dos hechos sangrientos. Al punto que, durante su intempestiva aparición en la sede del MP cuando se presentaban los cargos en su contra, ante los reporteros manifestó que lo hacía como un reconocimiento a quienes buscaban reinsertarse en la sociedad y también a las viudas.

Hoy, de Caja de Pandora han salido los primeros fantasmas, y aún se desconoce qué otras sorpresas podrían aparecer en relación con otros políticos, pues Lima tejió una intrincada red de relaciones, tráfico de favores y complicidades. La clave para seguir conociendo los secretos de este submundo es que las investigaciones avancen con independencia, libres de presiones y con el afán de que prevalezca la justicia. Por ahora está en manos de la Sala Tercera de Apelaciones, en el proceso de antejuicio en contra de Arzú.

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