ESCENARIO DE VIDA

La última pajilla

Si queremos ser buenos ciudadanos, responsables con el ambiente, podríamos dejar de usar pajillas, bolsas plásticas, y hasta las rosquillas de plástico de donde se sostienen las  latas de soda con las que tanto se atora la fauna marina muriendo por ello. Pero aún así debiéramos reciclar, pues con la tecnología moderna podemos reciclar prácticamente todo.  Sin embargo, no todo el mundo recicla, pues no sabe cómo hacerlo. Para que nuestros esfuerzos de reciclaje puedan tener éxito, lo más importante es poner los desechos en botes que no estén sucios. ¿Podríamos imaginar poner a los corruptos en cárceles no contaminadas, desde donde no puedan cometer sus fechorías?

¿Pueden imaginar, mis queridos lectores, que en Estados Unidos se utilizan 500 millones de pajillas cada día? Tan así que ahora el Estado de California —que resulta siendo uno de los más ambientalmente responsables— libra una batalla con tal de que ya no se usen más pajillas. Se trata de una propuesta de ley de California que presentó Ian Calderón, el líder de la mayoría demócrata de la Asamblea del Estado de California, y con ello se llega al extremo de encarcelar a los trabajadores de restaurantes por entregar pajillas de plástico a los clientes que no las soliciten. Según Ian, lo ideal con ello es conscientizar para que dejen de usar pajillas, pero se busca no llegar a extremos, empleando penas estrictas.

Mientras tanto, las ciudades de California, Davis y San Luis Obispo han prohibido ya las pajillas. La Ciudad de Seattle las prohibirá también este verano. Guatemala también está entrando en el aro, pues la Municipalidad de San Pedro La Laguna, Sololá, llegó a un acuerdo similar, hace aproximadamente un año, y ahora se prohíbe la venta y distribución de duroport, bolsas plásticas, pajillas y otros derivados que dañan el ambiente.

Cuando estuve en San Juan La Laguna, me impresioné viendo cómo prácticamente todos los comercios cumplían lo dictaminado al pie de la letra. Al comprar en los comercios me daban los productos adquiridos en bolsas de papel. En los restaurantes, las pajillas ya no existían. En la Ciudad de Guatemala está empezando a ocurrir lo mismo en algunos establecimientos.

El objetivo es minimizar el exceso de los referidos productos que causan deterioro en el ambiente. La gente local de Sololá está conscientizada de que al hacerlo se protege el Lago de Atitlán. Es así como toda persona, individual o jurídica que utilice estos productos es sancionada con una multa de Q300 y cualquier empresa que comercialice o distribuya este tipo de productos en San Pedro La Laguna se le multa con Q15 mil. Al haber reincidencia en el incumplimiento, se dobla el valor de la multa, y el juez de asuntos municipales emite las sanciones.

¿Quiénes son los garantes de la aplicación y cumplimiento de la norma? Simplemente, los consejos comunitarios de desarrollo en sus respectivos cantones, sectores y comunidades.

¿Llegará el día en que lleguemos a ver la última pajilla en todo Guatemala, como quisiéramos ver al ultimo funcionario público ladrón, al último político nefasto, a la última banda de extorsionistas, al último pandillero y al último asesino? Y en materia ambiental, al último incendiario de bosques, traficante de maderas preciosas, o contrabandista de fauna en peligro de extinción. ¡Ojalá! ¿Utopía? ¡Quizás no! En otros países europeos se ha logrado. Pongámonos de meta ver el ultimo caso de corrupción en el Congreso. Si comparo a las pajillas con los corruptos es porque se les parecen y se deben reciclar. La lucha es de todos. No permitamos más atropellos.

vidanicol@gmail.com

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