CATALEJO

El cargo castrense honorario de don Jimmy

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Hace algún tiempo, el presidente Jimmy Morales se refirió a mí en público como viejo. Tengo 70 años, y en Guatemala esa edad cabe en semejante definición. Solo tiene 49 y entonces yo me puedo dirigir a él como un joven, o si queremos utilizar el guatemaltequismo, como un patojo. Es solo cuatro años mayor que mi primogénito. Su patojismo le hace ser a veces malcriado, otras impulsivo, otras sin experiencia para reaccionar bien.  Esa vez pensé en expresarle con paciencia, cuando lo viera meter la pata hasta la cadera, por qué algunas de sus acciones o comentarios le han causado problemas, ahondando las burlas a través de los memes. Me importa porque es el presidente de Guatemala. Al principio no se había dado cuenta de serlo y ahora se lo cree.

"No se pueden inventar uniformes de comandante general si no se han cursado los estudios respectivos".-

El caso más cercano es su ocurrencia, porque eso es, de mandar a hacer un uniforme militar porque él es el comandante general del Ejército. Ciertamente lo es, pero no por ello es militar, porque para serlo es necesario estudiar varios años, lo cual él jamás ha hecho. Don Jimmy es un civil ejerciendo la presidencia. Punto. No es militar. Por tanto, no debe usar uniforme porque ello lo coloca en el delito de usurpación de calidad, o bastante cerca. A causa de estar rodeado de militares demasiado obsequiosos para poner en práctica toda ocurrencia presidencial, el presidente se puso en ridículo. La culpa es compartida entre él y los militares mencionados, cuyo papel los obliga a explicarle sobre temas específicos, como es todo lo relacionado con la milicia.

Hay una situación muy especial. Cuando era un comediante de palabra chusca, con su hermano protagonizó por años la impresentable Tropa Loca, programa de televisión en el cual la burla al ejército llegó a niveles demasiado altos y causó molestia entre muchos oficiales. Un psicólogo calificaría esto como una acción de odio-amor, al estar inconscientemente enamorado de la carrera militar, a la cual nunca pudo penetrar —por cualquier razón. Cuando entró a la política y en la pasada elección logró amalgamar el voto en contra de Sandra Torres, se convirtió en presidente. Fue notorio desde el principio su satisfacción por jugar de soldado, aunque no lo sea. Ahora no sé si alguien se lo sugirió, de esos dispuestos al chaqueterismo químicamente puro.

Yo lo supe y no lo creí hasta recibir las fotos por medio electrónico. En pocos minutos la cantidad de mensajes de burla me hizo sentir vergüenza ajena. Personas conocedoras de los vericuetos militares consideraban responsables a quienes no le advirtieron del riesgo. Tuve oportunidad de estar en dos reuniones diplomáticas, donde el tema principal era ese y las carcajadas constituían un triste coro entre los asistentes. Usted, don Jimmy, por su poca experiencia, sobre todo vital, debe preguntarle a su familia. Se ganó la primera plana de cuatro periódicos, la caricatura de Fo, y debe saber de la callada burla de quienes hablen con usted en un buen tiempo. Lo hecho y dicho el lunes anterior es buen compañero de su comentario sobre la arena caliente, y la oferta de mano de obra barata a Trump.

La jefatura militar para un presidente civil debe ser considerada premio honoris causa, digamos. Lo dan por protocolo, pero todos sabemos de las pocas posibilidades reales de la obediencia a una orden suya. Casos distintos fueron Arana, Laugerud, Mejía Víctores, Pérez Molina e incluso Ríos Montt. Eran militares. La defensa de los admiradores Jimmistas va en la línea de presentar fotos de presidentes de otros países, entre ellos Croacia, vestidos con uniforme militar. Pero no es lo mismo: no se inventaron un uniforme de comandante general. Job me aconsejaría aconsejarle a usted pedir consejo antes de ejecutar cualquier otra nueva ocurrencia. Quienes somos viejos, como usted bien señaló, tenemos la experiencia de vida. Ya no nos impresiona tanto un juguete nuevo, como un título por su ego…

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.