PRESTO NON TROPPO

Gerardi y la memoria de una nación

¡No puede ser… nos volvieron a poner el mismo casete! –exclamó el amigo recién llegado, tras más de quince años de exilio. Había tenido que irse en 1982 a vivir a California y en 1998 retornaba por un corto tiempo a su tierra natal. Sin embargo, era como que nada hubiera cambiado en década y media. Un día antes de su arribo, habían asesinado de un modo nebuloso, oscuro y torpe al obispo Juan Gerardi Conedera. Ahí nomás, a escasas cuadras de Casa Presidencial y del Palacio Nacional, envueltos sus jerarcas en profundas sospechas sobre su complicidad en el homicidio. Tres días antes, Gerardi había ofrecido públicamente el informe del Proyecto Interdiocesano de Recuperación de la Memoria Histórica “Guatemala: nunca más”.

Son muchas cosas las que no se pueden olvidar, cuando regresamos a aquel momento. La vigilia a la que acudieron miles de personas –literalmente– en el parque de la iglesia de San Sebastián, a la noche siguiente. Subirnos al espontáneo escenario frente al atrio. Leer las palabras de Chico Buarque cuando clama, “Aparta de mí ese cáliz de vino tinto de sangre…” Entonar una canción propia, “El que empuña un arma de muerte es más cobarde que fuerte…” Constatar cómo se le iba enredando cada vez más el asunto a autoridades civiles y militares, con declaraciones inconsistentes, inverosímiles, distractoras; patéticas tentativas de eludir su involucramiento y refugiarse en chivos expiatorios para no enfrentar su responsabilidad. Tener que soportar las evasivas de un gobierno que había firmado unos acuerdos de paz menos de dos años atrás, así como la asustadiza y vergonzosa desestimación del móvil político del crimen por parte de la clase pudiente. Escuchar, sin poderlo creer, que hasta gente amiga expresara solapadamente su beneplácito por la muerte del obispo porque “él se lo había buscado…” A partir de entonces, recordar cada doce meses la fecha para no desentendernos de lo ocurrido, no sólo aquel fatídico 26 de abril, sino durante años, décadas, siglos, de nuestra malhadada historia.

Con el tiempo participaríamos y veríamos participar en la rememoración a diversos artistas, desde los muy jóvenes hasta los ya acreditados. En una ocasión incluso se me permitió presentar una composición musical con las campanas del templo que había sido la parroquia del padre Gerardi, en alusión a su clara reflexión, “No puede haber paz sin una nueva justicia”. Así llegamos al décimo aniversario de su martirio, cuando formamos parte de un grupo de músicos que lanzó el disco Con Memoria. Fue también cuando el Cuarteto Contemporáneo intervino, entre otros, en el acto recordatorio que tuvo lugar en la Gran Sala del Centro Cultural Miguel Ángel Asturias, con obras guatemaltecas relativas al anhelo de concordia y el fin del conflicto armado cuya descripción expone la investigación y la compilación dirigida por el entonces obispo auxiliar de la arquidiócesis.

Ahora, a punto de recapitular que este jueves se cumplen diez años más de lo que ambiguamente se calificó como la ejecución extrajudicial de Juan Gerardi, es inevitable preguntar qué queda de su trabajo, su valentía ante las amenazas de muerte, su escapatoria a numerosos atentados, su testimonio de vida. Es el vigésimo aniversario de algo que va mucho más allá de un delito aislado y debe ser comprendido como una macabra advertencia de fuerzas muy miedosas, pero muy poderosas. La guerra ha terminado solamente en el papel, no en la cotidianidad de millones de seres humanos en esta nación. No nos dejemos ganar por un olvido pusilánime. Hagamos memoria y actuemos, desde el arte, la ciencia, la educación, la inteligencia, la voluntad y los hechos concretos.

presto_non_troppo@yahoo.com

ESCRITO POR:

ARCHIVADO EN: