EDITORIAL

Lecciones de los comicios peruanos

Pedro Pablo Kuczynski se convirtió ayer en el nuevo presidente del Perú, al obtener el 50.12 por ciento de los votos. Ese mínimo porcentaje, el menor de la historia latinoamericana, hizo que su contrincante, Keiko Fujimori, pasara a ser, a la vez, la candidata perdedora por el menor margen.

Ese resultado debe ser interpretado como tal: la mitad de los peruanos apoyó una de las dos opciones, y ello implica que el nuevo gobernante debe actuar con la convicción de que no tiene carta blanca para aplicar criterios económicos y políticos simplistas.

Desde hace semanas, las encuestas efectuadas en Perú indicaban que la batalla electoral sería ganada por un cerrado margen que la convertiría en un empate técnico y que esto significaría la instalación de un gobierno que de hecho tiene casi a la mitad de la población en contra, para una administración que se prolongará durante los próximos cinco años.

Los acontecimientos en cuanto a cambios políticos a causa de resultados electorales también fueron muy cercanos en los casos de Argentina, donde la presidenta Cristina Fernández de Kirschner ciertamente dejó el poder en muy similares condiciones.

Pero en el caso peruano los resultados hacen necesaria una mayor profundidad en el análisis de las motivaciones populares, porque el corte populista en los gobiernos se encuentra en estos momentos en un franco descenso. Nicolás Maduro, en Venezuela, es el mejor ejemplo de esa debacle.

A pesar de haber perdido esta contienda, Fujimori se coloca como una figura de la oposición, un factor que debe ser tomado en cuenta. Las recetas económicas de ambos aspirantes eran muy parecidas y la población se ha expresado también con esa similitud en las urnas. La realidad del país fue determinante para ese abrumador apoyo a la hija del expresidente, ahora preso, purgando una pena de 25 años por corrupción y otros delitos, extremo que al mismo tiempo despertó el rechazo de los peruanos antifujimoristas.

En el campo económico no existen diferencias sustanciales entre quienes participaron como candidatos. Lo que los separa es aquello que se puede calificar como populismo de derecha, que se caracteriza por tomar en cuenta criterios que también encajan en las corrientes neoliberales, algo que tampoco puede tener una aplicación simplista, por las repercusiones sociales de estos modelos.

Más allá de las motivaciones para hacer de esta una de las más reñidas elecciones, el éxito del presidente electo dependerá de su habilidad de negociación con otras fuerzas políticas, así como con representantes de las capas socioeconómicas medias, porque es el mensaje que surge de las urnas: no hay margen para las imposiciones.

No se puede dejar de reconocer que el sistema democrático funcionó, lo que también implica su enraizamiento en la mentalidad latinoamericana.

También es evidente que las encuestas, cuando están bien hechas, se convierten en excelentes y confiables instrumentos de medición y de conocimiento del momento e intención de los votantes.

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