EDITORIAL

Una cita con la historia

Unos 35 millones de colombianos están convocados para asistir este día a una cita histórica con las urnas, donde deberán respaldar lo realizado hasta ahora por el gobierno de Juan Manuel Santos para consolidar un acuerdo de paz o rechazar todas las negociaciones y continuar en un laberinto inimaginable.

No debería existir ninguna duda para nadie de que los colombianos deben ratificar los acuerdos de paz firmados el lunes recién pasado entre el Gobierno y los líderes de las Farc, para que se pueda dar el siguiente paso, que consiste en la desmovilización y desarme de esa guerrilla, uno de los grupos insurgentes más añejos de Latinoamérica al que se atribuyen miles de muertes.

Este no ha sido un proceso fácil, porque hay muchos colombianos que no han podido perdonar las atrocidades cometidas por la guerrilla, pero por eso mismo deben dar un paso al frente e iniciar una nueva etapa en la que se silencien las armas, porque ningún conflicto armado es beneficioso para nadie y más bien, entre quienes se oponen a esos acuerdos, existen dirigentes inescrupulosos que incluso se han aprovechado de esa conflictividad.

La paz, por más dudas que pueda despertar, es mil vez mejor que el tronar de los fusiles, y ese es un gran paso que se debe dar, para que los otros grupos armados, guerrilleros y paramilitares que han vivido de ese conflicto, también queden aislados y que sea mucho más fácil su desarticulación por las fuerzas gubernamentales.

Ciertamente la paz no debe verse como la solución a los grandes problemas que afrontan los colombianos, pero será uno menos con el que deberán lidiar, y quizás otros se incrementen, como la violencia y la delincuencia común, tal y como ocurrió en Guatemala; pero eliminar ese poderoso obstáculo hace mucho más viable el manejo y la búsqueda de soluciones para otros problemas sociales.

Un alto porcentaje de quienes se oponen vehementemente a la ratificación de los acuerdos de paz está anteponiendo sus intereses particulares al de todo un país, y lo hace porque el enfrentamiento armado ha sido fuente de negocios y de extralimitaciones que incluso han aportado su cuota de víctimas en ese conflicto.

Aunque se cree que el sí podría salir victorioso en las urnas, con 62 por ciento de votos, la campaña por el no también ha sido formidable y por ello es que se le debe ratificar a los colombianos que acallar las armas para siempre es la mejor opción y que deben darle la espalda a quienes pretenden desaprovechar esta oportunidad con argumentos que solo apuntan a un estancamiento del país.

También las encuestas previas han pronosticado un alto abstencionismo, lo cual sería lamentable y reflejaría una vez más el desencanto de muchos latinoamericanos con procesos históricos que apuntan a cambiar sensiblemente sus condiciones.

Ojalá eso no ocurra y que, por el contrario, Colombia se vuelque a las urnas, sin olvidar que un voto puede hacer la diferencia y que esa cita tampoco es un acto de magia que acabará con sus problemas.

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