¿Cómo es que un arquitecto vela por el bienestar del lago de Atitlán?
Mis primeras memorias que tengo de niño son en el lago de Atitlán. Recuerdo que mis papás me llevaban cuando tenía, quizá, 5 años. Lo que más recuerdo es saltar a un lago limpio y cristalino, en donde se podía beber el agua y nadar con confianza. Conforme pasó el tiempo nunca dejamos de ir, siempre que había oportunidad, aprovechábamos para disfrutar las vacaciones con mi familia.
¿Y cómo se une a Amigos del Lago de Atitlán?
Mi papá es socio fundador de la asociación, en 1990. Es uno de los pioneros del rescate y cuidado del lago de Atitlán desde muchos años atrás. Por eso, de forma directa o indirecta, participé siempre en las actividades de la asociación, como en las jornadas de reforestación. Hay árboles que tiene más de 20 años, que yo sembré cuando era adolescente.
En el 2014 las actividades que se hacían desde Amigos del Lago parecían quedarse cortas, porque teníamos grandes brotes de cianobacteria y gran cantidad de contaminación que entraba al lago, como basura y fertilizantes. Entonces, nos preocupamos y además de las actividades de reforestación y capacitaciones locales, nos involucramos en investigaciones científicas y de ingeniería para buscar soluciones de largo plazo. Por eso necesitamos la participación de tiempo completo de una persona, se comenzaron las pláticas para ver quien tenía disponibilidad de tiempo para impulsar los proyectos y es así como de arquitecto y administrador de empresas pasé a hacerme cargo de los proyectos para salvar el lago.
¿Cómo se fundó Amigos del Lago de Atitlán?
Fue en 1990 con vecinos de Atitlán que tenían casas alrededor del lago y estaban interesados en mantener la belleza del lago y a la vez preocupados por las condiciones de vida de los habitantes de la cuenca. Una cosa es ver un lago lindo, pero el contraste con la pobreza que existe nos hace pensar que hay muchas cosas más que hacer, que solo disfrutar el paisaje. Comenzaron con actividades pequeñas, como reforestación con donaciones que hacían otros vecinos que trabajaban en empresas que pensaban que sí valía la pena mantener el lago de Atitlán en su estado natural. En 1990 nadie sospechaba que tenía problemas de contaminación, pero poco a poco con los diferentes programas y con ayuda de la gente fuimos creciendo.
¿Cómo fue el paso de arquitectura a conocimientos de biología e ingeniería para salvar el lago? Porque es algo que usted no aprendió en la universidad.
Lo más importante no es saberlo todo, sino saber a quién preguntarle. No sé si es una característica de los arquitectos, pero ahora podrá encontrar a muchos haciendo otros proyectos que no tienen relación con su carrera. De mis amigos arquitectos tengo a empresarios en ramas del comercio, hay controladores aéreos y hay otros que nos dedicamos al tema de recursos naturales, agua y saneamiento. Creo que nos caracterízanos por saber hacer un poco de todo o de saber encontrar el potencial en la gente y administrar ese talento.
Le digo es que más que tener conocimientos de ingeniería, arquitectura o de recursos naturales lo necesario era tener la pasión para llevar adelante la iniciativa y el tema. No soy ingeniero, ambientalista, ni limnólogo -expertos en lagos- pero sé quiénes son las personas que tienen las respuestas y soluciones. Entonces, eso me ha llevado a poder administrar ese talento y buscar una solución que creemos es la respuesta para el lago.
¿Cómo aprendió ese talento para saber a quienes preguntar?
Amigos del Lago es una asociación, no es un impulso de una iniciativa que estoy haciendo a nivel individual. Hay un equipo grande, cada uno, con su experiencia, una junta directiva donde hay profesionales, científicos e ingenieros que han guiado el camino. Al final, lo que estoy haciendo es coordinar y llevar hacia adelante el talento de muchas personas. Hay mucho apoyo también de las universidades nacionales e internacionales y de las personas de Atitlán.
¿Cuál es el estado del lado de Atitlán?
La situación del lago de Atitlán es particular, porque es un lago muy grande y es la reserva de agua más grande de Guatemala. Hay más agua en Atitlán que si combinamos los demás lagos del país. Tiene más de 340 metros de profundidad, lo cual ha hecho que absorba mucha contaminación sin que se refleje de inmediato. Otra característica que no beneficia mucho es que es una cuenca cerrada y el periodo de residencia es largo, es decir, todo lo que entra no sale en un largo periodo de tiempo.
Entonces, la contaminación que entra al lago permanecerá ahí por al menos 80 años. Esto provocó que en 2009 hubiera gran florecimiento de cianobacteria, un organismo que se alimenta de nitrógeno y fósforo, nutrientes que se están presentes en altos niveles en el agua por la contaminación. Después hubo florecimiento en 2011, 2013, 2015 y así nos hemos ido casi cada dos años.
Eso es peligroso, porque si bien es cierto que es la reserva más grande de agua, ya no es un lago del que se pueda consumirla. Entonces, ¿qué pasa con las 350 mil personas que viven alrededor y más de la mitad usan el agua para cocinar y lavar? Con pueblos como San Lucas Tolimán, Cerro de Oro, Santiago Atitlán ya juntamos 100 mil personas que dependen 100% del agua del lago para vivir. Por eso debe estar en condiciones para que pueda ser consumida. En el pasado los pueblos originarios mantenían un balance, pero el crecimiento de la población y el turismo ha generado otros problemas.
¿Qué otros tipos de problemas?
Las mismas 350 mil personas que viven alrededor descargan sus aguas residuales en el lago. Entonces, imagine un inodoro que no tiene salida, que siempre lo usa y que nunca lo ha lavado. Pero, usted saca de esa agua acumulada para cocinar, lavarse las manos, la cara, etc. Esa analogía es lo que sucede en el lago de Atitlán.
Si usted combina, en un mundo ideal, la mayor reserva de agua en Guatemala y uno de los mayores lugares turísticos, piensa en salud e ingresos por turismo, por lo tanto, en cero pobreza, pero no es el caso. El agua se está contaminando, aumentan los casos de desnutrición crónica y la pobreza también se eleva, porque no estamos potencializando el destino. Adicional, tenemos problemas de desechos sólidos, así como hay desechos líquidos o aguas residuales, existe también la basura de estas poblaciones y el turismo.
Luego tenemos el problema de las malas prácticas agrícolas, que provocan que cuando hay lluvias y hay montañas cultivadas en pendientes altas sin cobertura boscosa hay mucha erosión que se viene y que se trae los fertilizantes que se utilizan de mala manera en la cuenca.
Todo esto se combina y poco a poco nos da un lago que va acercándose a un destino como el de Amatitlán. En la Asociación estamos seguros de que el problema más importante que se debe arreglar es las aguas residuales porque no solo se trata de un problema de estética para el lago y los turistas, sino un problema de salud pública a gran escala, porque qué pasará cuando la gente no tenga una fuente de agua ni siquiera para lavarse las manos porque está muy contaminado.
Después, de dónde va a salir los ingresos de turismo, si Guatemala es un país que debería ser eminentemente turístico en sus ingresos. Atitlán es uno de los primeros tres, qué destino lo va a sustituir, ninguno. Entonces, se generará más pobreza para todo el país.
¿Cuáles son algunas soluciones?
Hay muchas acciones que como asociación llevamos a cabo. Una que nos enorgullece mucho es que este 2020, el cuarto año que realizamos campaña de reforestación, sembraremos el árbol 1 millón en la cuenca. Es algo impresionante, es un gran paso porque estamos protegiendo los puntos de recarga hídrica.
¿A qué se refiere con puntos de recarga hídrica?
Este proyecto se realiza de la mano de Conap. Ellos identifican los puntos importantes para ser reforestados, que generalmente son las partes altas de la cuenca donde se acumula el agua, donde se sabe que hay nacimientos o son puntos de recarga hídrica. Entonces la idea es reforestarlas porque la vegetación hace que el agua se mantenga en la tierra. Uno piensa que la deforestación provoca falta de lluvia, pero no es tanto así. Lo que provoca es que la lluvia no se retenga en el terreno, por eso hay deslaves, erosión, tragedias de contaminación y ríos muy cafés cuando es el invierno en Guatemala.
Lo que un área de recarga hídrica reforestada provoca es que el agua se mantenga en el terreno y se absorba. Por lo tanto, se introduzca en los acuíferos subterráneos. Un terreo deforestado lo que hace es que se lava, la buena tierra se pierde, va al agua y se contamina.
¿Qué otros proyectos llevan a cabo?
También tenemos siembra de tul, que es una planta acuática nativa que filtra de alguna forma los contaminantes del lago y ayuda a mantenerlo sano. Año con año llevamos el programa educativo “educando para conservar”, en donde alrededor de 15 mil niños reciben información de buenas prácticas ambientales basadas en su ambiente. Acá aprenden con la biodiversidad local, que se trabaja con el Ministerio de Educación.
Luego, tenemos el programa de reciclaje, en donde mujeres reciclan productos y venden a las empresas recicladoras. Con esto se logra que muchas toneladas de basura ya no entren al lago, además para ellas significa un ingreso económico.
Tenemos otro programa también con el que tratamos de eliminar el aceite de cocina de los restaurantes y hoteles de la cuenca para que este no llegue a los drenajes del lago, porque es muy difícil de tratar y es muy contaminante.
Finalmente, tenemos un proyecto bandera que hemos impulsado desde hace cinco años y hemos trabajado de la mano con la Escuela Regional de Ingeniería Sanitaria y Recursos Hidráulicos (ERIS), de la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC) y universidades extranjeras que pretende eliminar el ingreso de aguas residuales de los pueblos principales. La solución que se propone es centralizar las aguas residuales en un solo punto, para que sean tratadas. Después no entrarían al lago, sino que serían conducidas por tubería fuera de la cuenca.
. La solución es integral para el tratamiento de aguas residuales en la cuenca del Lago de Atitlán. Es una solución que va bastante avanzada, hicimos planos para cada pueblo, fotografías aéreas, propusimos los sistemas de agua potable, de drenajes, el sistema de conducción fuera de la cuenta, los sistemas de tratamientos, sistemas de autosostenibilidad para que las mismas aguas residuales generen recursos que puedan hacer del sistema autosostenible. Ahora está en manos de gobierno el impulsar la respuesta, para que se lleve delante de buena manera.
¿En qué beneficia la siembra de tul?
El tul es una planta nativa que también se usa para hacer artesanías. Entonces, tiene doble propósito porque al sembrarla absorbe el nitrógeno y fósforo, que son contaminantes, y se quedan en la planta, ya no se va para el lago. Además, se le da un uso adecuado al podarlas porque así vuelven a crecer y le da oportunidad a la gente local de hacer artesanías.
¿Cuál es su consejo para las personas que quieran comenzar un proyecto en su comunidad para frenar la contaminación?
La clave de estos programas es trabajar de la mano con los actores locales, porque son quienes conocen más, quienes más se benefician y tienen más apego a los recursos a nivel local. Si no se trabaja con estos actores no hay mucha posibilidad de éxito.
Para nosotros esa es la motivación, ver a las personas de las comunidades participando en nuestros programas, porque al final nosotros solo somos un catalizador de acciones, no somos el actor principal. Nosotros no podríamos trabajar sin la ayuda de ellos.