Salud y Familia

Cuando nuestros padres enferman

Una enfermedad de nuestros padres puede transformarse en una gran fuente de demandas para nosotros, generando crisis y conflictos que si no son comprendidos y manejados a tiempo, terminan agravando la situación. Sepa cómo evitarlo.

El buen padre sabe que nadie es perfecto y que a los hijos se les debe permitir cometer errores, que estos mismos errores les ayudarán a crecer como personas. Foto: www.buenos-padres.com

El buen padre sabe que nadie es perfecto y que a los hijos se les debe permitir cometer errores, que estos mismos errores les ayudarán a crecer como personas. Foto: www.buenos-padres.com

Conforme avanza la enfermedad, los hijos o familiares sufren viendo como se deteriora el ser querido y como día a día va creciendo la necesidad de cuidados extras.

Ante la falta de entrenamiento y carencia de orientación y preparación para vivir esta etapa, muchos sentimos ira , culpa, vergüenza o confusión, por eso es necesario comprender la presión que representa cuidar a nuestros padres enfermos con patologías crónicas.

Muchos estudios señalan la carga emocional que acarrea cuidar padres mayores con afecciones de este tipo: se producen sensaciones de depresión, ansiedad o sentimientos de culpa, como así también, percepciones de inutilidad en relación con lo que se hace y autoexigencias no compatibles con la realidad.

Frecuentemente, es necesario un ajuste en el rol de cada integrante, ya que este tipo de situaciones pueden poner en peligro su bienestar emocional.

Si bien el ideal sería que tanto hijos como hijas se repartieran por igual el cuidado de sus padres, las investigaciones señalan que este tipo de tarea recae generalmente sobre una hija o más raramente sobre la nuera . En muchos casos, las hijas de mediana edad pueden ya prever que tendrán que asumir esa tarea, que podría llevarles años.

Por eso es aconsejable conocer las obligaciones y los derechos de cada miembro del grupo familiar, parientes o amigos. También, las inversiones de tiempo, cuidado y protección que serán necesarias. En este contexto, es importante determinar quiénes serán los familiares que estarán en la primera línea de cuidados y quiénes los podrían reemplazar en los periodos de agotamiento.

Muchas veces no sabemos cómo actuar frente a un padre enfermo. Lo mejor es ser natural, ser un mismo, dejar que la intuición nos guíe. La enfermedad no sólo golpea al enfermo, sino que también lo hace con toda la familia.

La familia y la enfermedad

La familia sigue siendo la institución de apoyo básico en los problemas sociales de los mayores: alojamiento, ayuda económica, contención afectivo-emocional y asistencia frente a las enfermedades. Se calcula que el 85 % de la atención y cuidados que reciben dependen la acción de sus hijos, parientes directos, amigos o vecinos.

Con la enfermedad del mayor, los niños de la familia también sufren las consecuencias: su rutina se rompe y necesitan contención afectivo emocional, guía o disciplina extra. Es importante que se realicen algunas tareas domesticas además de las que ya cumplían y no dificultarles al acceso a la abuela o abuelo enfermo, permitiéndoles que compartan momentos leyendo, charlando o realizando cualquier otra actividad que la situación permita.

Todo familiar a cargo del cuidado del mayor que haya tenido en su niñez una buena relación con sus progenitores y colaborado en el cuidado de sus abuelos, tiene más capacidad para elaborar situaciones de discapacidad, vejez y comprensión de los fenómenos de deterioro, propios o de sus seres querido

Es importante que los hijos y el núcleo familiar encargados de la atención del enfermo conozcan los cambios que la enfermedad pueda llegar a producir, y estar informados acerca de las modificaciones en la personalidad y los problemas emocionales que puedan surgir. En caso contrario, se pueden generar tensiones muy graves que entorpecerían la recuperación y alterarían severamente la relación familiar.

¿Qué podemos hacer cuando nos sentimos desbordados por la situación?

Tanto los enfermos como los familiares tienden a no enfrentarse con sus propios miedos y aflicciones. Es frecuente que no hablen de ello, quedando ambas partes privadas de la oportunidad de expresar sus sentimientos.

Si la situación es vivida como muy crítica, es conveniente solicitar la derivación a un equipo de psicología o psiquiatra para que oriente al enfermo y al grupo familiar y para que informe sobre los grupos de apoyo existentes para familiares.

Usualmente el cuidador familiar esta sujeto a ser el blanco del fastidio y frustración que sienten el enfermo y algunos integrantes del grupo familiar. Es importante saber que esto sucede, para entender cuál es la causa de la hostilidad y responder con paciencia y compasión .

Los hijos, amigos, cuidadores o vecinos debemos comprender que, en determinadas enfermedades como, por ejemplo, la de Alzheimer, Parkinson, demencias y determinadas patologías tumorales, las conductas que presentan los enfermos son involuntarias .

La actitud negativa , la pérdida de memoria, la pasividad, los trastornos de comportamiento, son sólo síntomas de la enfermedad . Comprender y aceptar esto puede disminuir la ira, la ansiedad, los sentimientos de culpa y ,sobre todo, evitar conflictos entre los familiares.

A través del compartir, podremos generar vínculos de contención, acompañamiento y comprensión mutua para sostenernos a través del periodo que nos quede por delante. Podremos sentirnos libres de compartir ansiedades y tristezas, pero también la alegría y nuestro cariño en formas en las que habitualmente encontrábamos dificultad o defensa.

La falsa alegría

A veces, en lugar de la hostilidad que produce la situación, aparece la falsa alegría. En la mayoría de los casos, el motivo es engañar al enfermo con respecto al diagnostico o al pronóstico.

Tal vez sea importante levantar el ánimo del enfermo, pero esto no significa que tengamos que esconder la verdad.

Algunas personas salen con afirmaciones tales como “todo va a estar bien “, pero, en realidad, no está “todo bien”. Si insistimos en esto, estaremos negando la realidad del mundo del enfermo.

En respuesta a esto, el enfermo puede apartarse, sintiéndose abandonado y enfrentando un mundo incierto en soledad. Sin quererlo, corremos el riesgo de “abandonar psicológicamente” a la persona que queremos.

(con información de www.enplenitud.com)