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Rogelia Cruz, la reina insurgente

El nombre de Rogelia Cruz Martínez fue conocido en 1959, cuando fue electa como Miss Guatemala, sin embargo su historia tendría un trágico final, nueve años después al ser asesinada el 11 de enero de 1968, por sus ideales. 

Rogelia Cruz durante su participación en el certamen de Miss Universo en Long Beach, Estados Unidos en 1959. (Foto: Hemeroteca PL)

Rogelia Cruz durante su participación en el certamen de Miss Universo en Long Beach, Estados Unidos en 1959. (Foto: Hemeroteca PL)

Rescatamos este artículo publicado el 27 de noviembre del 2011 en Revista D sobre la presentación de un libro y un documental audiovisual sobre la ex reina de belleza. 

Desde hace casi cuatro décadas Marta González Molina tenía la inquietud de escribir un libro acerca de las vivencias de su amiga de infancia Rogelia Cruz Martínez, quien fue asesinada por sus ideas revolucionarias en 1968.

Sin embargo, fue hasta en el 2005 cuando se jubiló de las Naciones Unidas (1992-2005), que se volcó de lleno a este sueño.

“La idea original surgió el 12 de enero de 1968 después de enterarme que la habían asesinado. Siempre conservé la idea de que algún día escribiría su historia, pero ese día nunca llegaba. Durante mucho tiempo luché por no olvidar mis recuerdos.

Para ello escribí notas y las guardé. También archivé recortes de periódicos. En 1995 comencé a escribir lo que algún día sería El Martirio de una reina y la guerra de la vergüenza” (2011), indica vía correo electrónico González, quien radica en Austria.

Cruz Martínez fue electa Miss Guatemala en 1959, cuando tenía 19 años, y representó al país en el evento Miss Universo ese mismo año. Estudió Arquitectura en la Universidad de San Carlos de Guatemala y fue en esos años cuando sintió simpatía por la política de izquierda, por lo que fue arrestada y acusada de poseer armas de la guerrilla. Posteriormente, en 1968, fue secuestrada, violada y asesinada brutalmente. Su cuerpo apareció debajo de un puente.

“Fue la orfandad la que marcó su vida y moldeó su adolescencia, convirtiéndola, primero, en una madre para sus hermanas, y después, como adulta, en un baluarte para sus compañeros de lucha”, indica la escritora.

Julia Urrutia fue subdirectora del Instituto para señoritas Belén, establecimiento en el cual estudió Cruz. Urrutia recuerda el momento cuando Rogelia le solicitó que temporalmente velara por sus hermanas gemelas. “Fue alumna del Belén. Un día, cuando ya estaba en la Universidad, me abordó y me encargó mucho a sus hermanas. —Son traviesas, pero buenas patojas—, me dijo, y fue la última vez que la vi”, dice la docente, cuyas hijas entablaron amistad con las hermanas de Rogelia. A la fecha mantiene comunicación con ambas, quienes viven en el extranjero.

Silencio

Urrutia menciona que no sospechó que Cruz simpatizara con la insurgencia hasta que fue velado su cuerpo. Esa noche, con base en las versiones de varios de los asistentes, reconstruyó los últimos días de la vida de Cruz, a quien sus allegados llamaban la Roge.

“Su responsabilidad era llevar encargos y conducir en su auto a otros insurgentes hasta la montaña. En una ocasión, el hijo de un guerrillero insistió en ver a su padre. Ella facilitó el encuentro, pero en la carretera a Chimaltenango tuvieron un accidente; aparentemente perdió el control del auto al quedarse dormida al volante. El pequeño murió y ella fue detenida”, relata.

Pero la Policía comenzó a sospechar cuando nadie reclamó el cuerpo del menor. Aunque permaneció detenida, lograron sacarla, pero en otra oportunidad fue interceptada cuando la llevaban a casa de uno de sus compañeros. La noticia del hallazgo de su cuerpo, debido al nivel de tortura al que fue sometido, se compara con los actuales casos de femicidio: la quemaron con cigarrillos, sufrió ultraje y mutilación, y luego fue arrojada a un río. La necropsia reveló que tenía tres meses de gestación.

“Mencionaron que uno de los que presenció la tortura fue un guerrillero infiltrado, y que Rogelia se desmayó varias veces, debido al ultraje. Al ver lo que sucedía, le entregó una pastilla de cianuro. Su efecto mitigó las últimas torturas”, cita la exsubdirectora del Belén, quien tiene presente que hubo hermetismo sobre la muerte de la estudiante.

Ese mismo panorama encontró González cuatro décadas después, al compilar datos para su libro: “Cuando hablaba con personas que la conocieron me decían que no recordaban, que hacía mucho tiempo que habían sucedido los hechos. Otras me daban alguna información que después comprobaba que no era veraz. Algunas fueron sinceras y me dijeron claramente que no querían hablar del tema. Durante los últimos cinco años traté de contactar a personas que residen en otros países, por teléfono y correos electrónicos, pero nunca respondieron”.

Fue con sus recuerdos, anotaciones, recortes de prensa, algunas entrevistas e investigaciones en la Hemeroteca Nacional de Guatemala y la biblioteca Juan Gelman del Instituto Cervantes, en Viena, que González reconstruyó la biografía de Rogelia, pero comprendió que no podía hablar de su vida sin contextualizarla de los hechos que marcaron su muerte.

Por ello, su libro también ofrece capítulos con datos históricos de la Guatemala de los años 1950 y 1960, así como anexos con la lista de los presidentes del país, la lista de personas consideradas comunistas por la CIA antes del derrocamiento de Jacobo Árbenz, lista de masacres y de organizaciones paramilitares anticomunistas hasta el inicio de la década de 1980.

Historia e identidad

“Muchos guatemaltecos y guatemaltecas que ahora tienen 40, 50 o 60 años no conocen su historia o se las contaron al revés. Y otros tantos que dicen que la guerra no existió. Por ello carecen de identidad, son víctimas de la ignorancia y dejan que sean otros los que dirijan sus destinos. Hablan y hablan pero no hacen nada por mejorar ellos mismos, por mejorar su sociedad ni su país. Lo mismo pasa con las nuevas generaciones”, puntualiza la autora.

González refiere que las facetas en la vida de Rogelia no fueron solamente las de una madre joven para sus hermanas, una reina de belleza y una guerrillera. “Se le llama guerrillera porque así se les llama a las mujeres que colaboran con las guerrillas, pero ella nunca portó un arma ni estuvo en las filas de combate. Sus facetas fueron mucho más que todo eso. Como muchas mujeres de su generación, fue una idealista y una mártir”.

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