Guatemala

EK’NAB: Lago Negro

Protegidos por techos de madera y manaco, las estelas en la gran plaza de Quiriguá—nombre cuyo significado se desconoce— todavía cuentan la historia de ese enclave fluvial de estratégica importancia y cuyo nombre en idioma maya era Ek'nab: Lago Negro.

Quiriguá fue declarada Monumento Nacional en 1970. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

Quiriguá fue declarada Monumento Nacional en 1970. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

La más famosa de todas es la estela E, de 10.66 metros con un peso de 60 toneladas, que es el monolito más grande de la América precolombina. Se erigió sobre la explanada de 300 metros, que está delimitada por los vestigios de plataformas en sus lados norte y este por una cancha de juego de pelota al sur y al oeste por la Acrópolis, en la cual se aprecian ruinas de edificios que fueron residencias de la élite política, así como una escalinata monumental.

Descubrimiento

El estudio de Quiriguá empezó en 1840. El artista inglés Frederick Catherwood, por invitación de los propietarios del terreno, recorrió las ruinas y dibujó dos estelas.

Sus observaciones y dibujos fueron publicados en 1841 por el explorador norteamericano John L. Stephens, en el célebre libro Incidentes de viaje por Centroamérica, Chiapas y Yucatán, que dio a conocer al mundo el intrigante legado de los antiguos mayas. “Su nombre se ha perdido, su historia queda misteriosa…”, escribió Stephens.

Un reporte más extenso fue producido en 1854 por el médico austríaco Karl Scherzer, pero fue el británico Alfred Percival Maudslay, quien pasó tres días en el sitio en 1881, quien dirigió los primeros grandes trabajos arqueológicos en Quiriguá, captó fotografías que aún causan asombro y levantó un plano del sitio.

Zona protegida

En 1910, la empresa estadounidense United Fruit Company compró los terrenos donde estaba localizado el sitio de Quiriguá, pero se había vuelto ya demasiado famoso para ser ignorado, y decidieron dejar el parque como una isla en el océano de plantaciones de banano.

En las primeras décadas del siglo XX, los arqueólogos Édgar Lee Hewitt y Sylvanus Morley emprendieron trabajos con el apoyo del Instituto Arqueológico de América y de la Carnegie Institution de Washington.

El proyecto arqueológico más ambicioso fue el que dirigió Robert Sharer —Universidad de Pensilvania—, en colaboración con el Instituto de Antropología e Historia de Guatemala (Idaeh), de 1974 a 1979.

La Dirección General del Patrimonio Cultural y Natural de Guatemala, que asumió la gestión del parque arqueológico en los años ochenta, impulsó nuevas investigaciones a partir del 2009. Fueron dirigidos por José Crasborn, actual director del parque, lo cual dio lugar al descubrimiento en el 2010 de un panel esculpido.

Historia de rivalidades

La ocupación del lugar se remonta al Preclásico Tardío (400 a. C.-200 d. C.), pero la historia de la ciudad, tal como lo revelan los monumentos, comienza solo a mediados del Clásico Temprano (200-600 d. C.).

En el año 426, en efecto, el rey de Copán —Honduras— K’inich Yax K’uk’ Mo’ invistió al primer rey de Quiriguá, Tok Casper. Al parecer ambos soberanos estaban vinculados con la clase dirigente de Tikal, preocupada por fortalecer sus intereses en el sureste del área maya.

Quiriguá presentaba ventajas estratégicas y comerciales, por estar situada en el río Motagua, importante ruta que conecta las tierras altas, el Caribe y las tierras bajas del norte.

Su desarrollo tuvo tropiezos. Hay un vacío en las inscripciones, de 495 a 653, que se asocia en los registros arqueológicos con una disminución de la actividad humana y destrucción de monumentos, a causa quizás de invasores.

Ello refleja en alguna medida las consecuencias de la derrota de Tikal frente a Calakmul. Pero los elementos también se ensañaron con la ciudad del Motagua, que sufrió inundaciones —delatadas por la estratigrafía del sitio— en el siglo VI o el VII.

A pesar de ello, en esos terrenos aparentemente desolados, la civilización volvió a florecer. De hecho, a Quiriguá se le hizo difícil seguir bajo la sombra de Copán. Así que el vasallo acabó por sublevarse contra su señor, posiblemente con el apoyo de los gobernantes de Calakmul, deseosos de debilitar a un fiel aliado de Tikal.

En esta audaz empresa, el sexto rey de Quiriguá, K’ak’ Tiliw Chan Yopaat —también conocido como Cauac Cielo—, logró su cometido: en 738, capturó al rey de Copán Waxaklajuun Ub’aah K’awiil (18-Conejo), quien fue decapitado en Quiriguá, en un sacrificio público.

A partir de ese momento, Quiriguá pudo aprovechar plenamente los beneficios de su comercio fluvial, y disfrutar una prosperidad que jamás había experimentado anteriormente.

El reino de K’ak’ Tiliw Chan Yopaat (724-785 d. C.) corresponde al apogeo de Quiriguá. Se le atribuye gran parte de las construcciones y las esculturas —incluso la Estela E, del 771 d. C.— que se pueden observar hoy en el sitio, así como un florecimiento intelectual del cual las estelas D y F nos brindan un singular testimonio, con sus cómputos de millones de años en el pasado.

En la historia dinástica local, solo dos monarcas siguen a este gran rey: Cielo Xul, quien dedicó a su glorioso predecesor (¿su padre?) el Zoomorfo G, y Jade Cielo.

La última inscripción conocida en Quiriguá fue hallada en un palacio de la Acrópolis, y menciona el año 810. El derrumbe del mundo maya clásico estaba en marcha, arruinando el poder real, la aristocracia, las instituciones y los flujos comerciales.

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