ENCRUCIJADA

La narrativa macroeconómica

Juan Alberto Fuentes Knight

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La inflación en Guatemala ha estado por debajo del 2%, no hay un desequilibrio externo, el déficit fiscal está bajo control, y el quetzal es estable. El producto interno bruto, que mide el nivel total de la actividad económica, sigue creciendo por encima del promedio latinoamericano y mundial. Tenemos una política macroeconómica exitosa…

Evaluemos esta narrativa autocomplaciente. ¿Por qué está tan baja la inflación? No es un mérito nuestro. Es en buena parte el resultado de la caída espectacular del precio del petróleo. En otros países importadores (netos) de petróleo, como el resto de Centroamérica, ha ocurrido lo mismo. Además, la inflación baja es favorecida por importaciones baratas, incluyendo el contrabando procedente de México. Resulta de un quetzal que en la práctica se mantiene fijado al dólar, el cual ha estado subiendo en relación a otras monedas en el mundo. Las zonas fronterizas de San Marcos y Huehuetenango parecen zonas de libre comercio mexicano. Con la depreciación del peso mexicano no solo es más barato comprar todo tipo de bienes en México, sino que para nuestros compatriotas en la frontera es más barato ir a comer, consumir todo tipo de servicios y divertirse del lado mexicano. Y eso no favorece la producción nacional y el empleo.

¿Por qué no hay desequilibrio externo? Tampoco depende de nosotros. Se debe principalmente a las remesas enviadas por nuestros compatriotas desde los Estados Unidos, que han estado aumentando porque el empleo allí crece. Las remesas representan una décima parte del PIB y permiten que importemos 50% más de lo que exportamos. Agreguémosle un menor valor de las importaciones por la caída del precio del petróleo, y sumémosle algunas inversiones lícitas y muchas ilícitas, y eso explica la abundancia de dólares y un quetzal que sube junto con el dólar. Hay equilibrio externo pero con poco crecimiento.

¿Por qué está creciendo el PIB en Guatemala? El crecimiento del PIB no es alto, porque tiene que distribuirse entre una población que es la que más crece en América Latina. Y la economía guatemalteca crece porque aumenta el consumo y no la inversión. Es un consumo que no dinamiza la producción sino que privilegia la compra de importaciones baratas. Incluye desde la adquisición de papel higiénico transportado por una balsa sobre el Suchiate que luego se vende en el CENMA, hasta miles de automóviles que congestionan cada vez más al tráfico. La inversión debe generar ganancias, pero como todos los bienes se importan a un precio bajo, el incentivo para invertir y producirlos localmente también es bajo. Y los pocos quetzales que se ganan por cada dólar exportado tampoco favorecen las exportaciones. Los negocios que crecen en Guatemala ocurren en los pocos sectores que no compiten con las importaciones, como servicios de alimentación (cafeterías y restaurantes), grandes centros comerciales y multitud de tiendas y de vendedores ambulantes; servicios profesionales y de seguridad, y la inversión inmobiliaria (es muy difícil importar una casa o un edificio).

En la práctica tenemos una economía sujeta a la inercia externa, con una política macroeconómica pasiva. No favorece la inversión y el empleo sostenible, sino que promueve el consumo e importaciones baratas, y depende del precio del petróleo y de remesas. Y la narrativa dominante señala que es pecado tratar de controlar los capitales ilícitos y de corto plazo y pensar en otra política macroeconómica, o ir más allá de una política de inversiones que no sea otorgar privilegios fiscales y reducir el salario mínimo.

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